Autor: El café de la Historia
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Dionisio Pulido y el volcán Paricutín
Un nombre: Dionisio Pulido. Una fecha: 20 de febrero de 1943.
Ese día, en el estado de Michoacán, México, este humilde campesino se convirtió en el único ser humano conocido que presenció el nacimiento de un volcán desde su fase inicial. El evento ocurrió en un maizal de su propiedad, situado cerca del poblado de Paricutín. Lo que comenzó como una grieta en el terreno, acompañada de temblores y un ligero humo, pronto se transformó en un espectáculo aterrador y fascinante: de la grieta comenzó a emerger ceniza, fuego y lava. Dionisio estaba realizando sus labores diarias, cuidando de sus animales y revisando sus cultivos, cuando se dio cuenta de que algo inusual estaba ocurriendo bajo sus pies.
A pesar de que los temblores habían sido comunes en las semanas previas, jamás imaginó que sería testigo del surgimiento de un volcán. Su esposa, Paula Rangel de Pulido, también presenció el fenómeno, que en cuestión de horas dio forma al cono inicial del volcán Paricutín. Este evento cambiaría su vida y la de su comunidad para siempre, marcando el inicio de un capítulo histórico tanto para la geología como para la historia de México.
El inicio de un fenómeno volcánico
Más tarde, frente a los ojos de Dionisio y su esposa Paula, comenzó a brotar lava. En pocas horas, ya se había formado el cráter del volcán. Al día siguiente, el volcán había alcanzado los 50 metros de altura. Una semana después, superó los 100 metros. Tras un año de actividad, el volcán alcanzó su altura final de 424 metros.
Dionisio y Paula Pulido, únicos testigos
Don Dionisio tiene el honor de ser el único ser humano que presenció el nacimiento de un volcán. Este hecho quedó registrado como un evento único en la historia de la vulcanología.
El volcán fue bautizado como Paricutín, en honor a la localidad más cercana. Sin embargo, debido a los ríos de lava que amenazaban la región, las autoridades evacuaron a los más de 700 habitantes de la zona el 12 de junio de 1943. En pocas horas, el pueblo fue completamente sepultado.
La Pompeya mexicana
La furia del Paricutín no se limitó al pueblo homónimo. La lava continuó su avance implacable hacia San Juan de Parangaricutiro, otra comunidad cercana que también tuvo que ser evacuada. Sus más de 1,800 habitantes abandonaron sus hogares precipitadamente, llevándose solo lo esencial. Estos pobladores fundaron más tarde un nuevo asentamiento, llamado Nuevo San Juan de Parangaricutiro, a unos 30 kilómetros de distancia. Mientras tanto, el antiguo San Juan quedó completamente sepultado bajo una gruesa capa de lava y ceniza, a excepción de los restos de su iglesia principal. Hoy en día, las ruinas de esta iglesia emergen entre el paisaje volcánico, atrayendo a visitantes de todo el mundo. Conocido como la Pompeya mexicana, este sitio se ha convertido en un testimonio tangible del poder destructivo y transformador de la naturaleza.
La actividad del volcán Paricutín continuó durante nueve años, liberando enormes cantidades de lava, ceniza y gases. Finalmente, en 1952, el volcán se declaró en estado durmiente, poniendo fin a su erupción, pero dejando un legado imborrable en la región. Con una altura final de 424 metros desde su base, el Paricutín se ganó un lugar especial en la historia de la vulcanología, ya que es el único volcán en el mundo que ha sido estudiado y documentado científicamente desde su nacimiento hasta su inactividad.
El fin de la actividad volcánica
La actividad del volcán Paricutín se extendió por un período de nueve años, marcando una de las etapas más fascinantes y documentadas de la vulcanología moderna.
Desde su nacimiento el 20 de febrero de 1943, cuando las primeras grietas en el suelo del maizal de Dionisio Pulido comenzaron a emitir humo, hasta su último aliento en 1952, el Paricutín fue un laboratorio natural para científicos, un desafío para las comunidades locales y un fenómeno de interés global.
Aunque su furia cesó hace más de siete décadas, el volcán permanece en un estado durmiente, recordándonos el poder transformador y a menudo impredecible de la Tierra.
El Paricutín no es solo un volcán más en el panorama geológico mundial. Es el volcán más joven del planeta, y su desarrollo completo, desde las primeras emanaciones de ceniza hasta la formación de su cono y su eventual inactividad, ha sido el único en ser estudiado, fotografiado y documentado en todas sus etapas. Este registro minucioso permitió a los vulcanólogos obtener información sin precedentes sobre el nacimiento y evolución de los volcanes monogenéticos, aquellos que surgen, desarrollan su actividad y se extinguen sin volver a reactivarse.
Primeros años de actividad del volcán Paricutín
En los primeros años de su actividad, el Paricutín sorprendió por la rapidez de su crecimiento. Durante su primera noche, el cono volcánico ya había alcanzado una altura de 50 metros, y a lo largo de los meses siguientes, continuó elevándose hasta sobrepasar los 400 metros desde su base.
La lava, que inicialmente se desplazaba a un ritmo lento, comenzó a fluir más intensamente, cubriendo una vasta extensión de terreno y engullendo comunidades enteras, como Paricutín y San Juan de Parangaricutiro. Para cuando la actividad cesó en 1952, el volcán había cubierto más de 25 kilómetros cuadrados con lava y ceniza, modificando para siempre el paisaje de la región.
El fin de la actividad del Paricutín no llegó de manera repentina. Durante los últimos años de su erupción, el volcán mostró signos de declive gradual.
Los flujos de lava se hicieron menos frecuentes, las explosiones disminuyeron en intensidad y la columna de ceniza que había sido visible durante años comenzó a disiparse. Este patrón permitió a los científicos observar cómo un volcán puede extinguirse de manera progresiva, un fenómeno que antes solo podía estudiarse en volcanes extintos cuyos registros eran incompletos o inexistentes.
Impacto del volcán Paricutín
El impacto del Paricutín no fue solo geológico. Su actividad transformó la vida de miles de personas. Las comunidades desplazadas tuvieron que reconstruir sus vidas desde cero en nuevos asentamientos, mientras que los paisajes cubiertos de lava y ceniza se convirtieron en testigos mudos del poder destructivo de la naturaleza. Sin embargo, con el tiempo, el Paricutín también se convirtió en un símbolo de resiliencia. Hoy en día, su cono dormido y las ruinas de San Juan de Parangaricutiro atraen a turistas, científicos y fotógrafos de todo el mundo, quienes buscan entender mejor este fenómeno único.
Desde una perspectiva científica, el Paricutín revolucionó la vulcanología. Antes de su aparición, los conocimientos sobre el nacimiento y desarrollo de los volcanes eran limitados y, en muchos casos, teóricos. Con la aparición del Paricutín, los vulcanólogos tuvieron por primera vez la oportunidad de observar y registrar un proceso eruptivo desde su inicio hasta su final. Estos estudios no solo enriquecieron nuestra comprensión de los volcanes monogenéticos, sino que también ayudaron a desarrollar mejores métodos para monitorear y predecir erupciones, salvando potencialmente miles de vidas en el futuro.
El volcán Paricutín, objeto de estudio
A pesar de su estado dormido, el Paricutín sigue siendo un objeto de estudio. Los investigadores continúan analizando su impacto ambiental, la evolución de los suelos formados sobre la lava solidificada y los ecosistemas que han comenzado a florecer en lo que alguna vez fue un paisaje desolado. Este volcán no solo dejó un legado científico, sino también cultural. En las comunidades cercanas, las leyendas sobre su nacimiento y la figura de Dionisio Pulido, el campesino que fue testigo de su aparición, se han convertido en parte del folclore local. El Paricutín ha trascendido su carácter geológico para convertirse en un símbolo de identidad y orgullo para la región.
En retrospectiva, el Paricutín es un recordatorio de la interacción constante entre la naturaleza y la humanidad. Su nacimiento, desarrollo y eventual inactividad nos muestran tanto la capacidad destructiva como la habilidad regenerativa de nuestro planeta. Aunque dormido, este joven volcán continúa hablándonos, no con explosiones de ceniza y fuego, sino con las lecciones que nos dejó y el impacto que sigue teniendo en la ciencia, la cultura y la historia de México y del mundo.
El acta oficial de nacimiento del volcán Paricutín
Una peculiaridad del Paricutín es que cuenta con un acta de nacimiento oficial. Este documento fue emitido por el Ayuntamiento de Parangaricutiro el 21 de febrero de 1943, apenas un día después de que Dionisio Pulido reportara los extraños fenómenos en su finca.
Fragmento del acta de nacimiento
El acta describe los eventos de esta manera:
«En la Villa de Parangaricutiro… como a las 17 horas, sintió un fuerte temblor y estruendos en la tierra… observando con sorpresa que allá abajo en la Joyita se levantaban largas lenguas de fuego, con fuertes humaredas y estruendos nunca oídos… Acto continuo, a propuesta de algunos vecinos… por unanimidad se le denominó VOLCÁN DE PARÍCUTIN.»
Este documento, firmado por las autoridades locales, fue el último emitido antes de que el ayuntamiento y gran parte del pueblo fueran engullidos por la lava.
En memoria de Dionisio Pulido
El 20 de febrero de 1943, mientras trabajaba en su campo cercano al pueblo de Paricutín, Pulido fue testigo de cómo la tierra se fracturaba y comenzaba a emitir humo, cenizas y, más tarde, lava. Su reacción inicial fue de asombro y temor; no era un científico ni un experto en fenómenos geológicos, sino un agricultor que dependía de esas tierras para su sustento. A pesar de la destrucción que el volcán trajo consigo, Dionisio se convirtió en la voz de la experiencia directa, relatando con detalle lo que vio y vivió en las primeras horas del nacimiento del volcán Paricutín. Su testimonio proporcionó a los científicos un relato invaluable para complementar sus observaciones técnicas, dando un rostro humano a un evento natural de proporciones colosales.
Reconocimiento a Dionisio Pulido
Dionisio Pulido, un humilde campesino del estado de Michoacán, México, pasó a la historia como el único ser humano en ser testigo directo del nacimiento de un volcán. Su relato y vivencia se han convertido en una pieza fundamental no solo para la vulcanología, sino también para la memoria cultural de la región. A lo largo de las décadas, su papel como observador y narrador de este extraordinario fenómeno natural ha sido reconocido en múltiples formas, consolidándolo como una figura emblemática en la historia geológica del siglo XX.
Una placa en su memoria
Consciente de la importancia histórica de su testimonio, la comunidad científica y las autoridades locales han honrado a Dionisio Pulido de diversas maneras. En la región donde ocurrió el fenómeno, una placa conmemorativa fue instalada para perpetuar su memoria y destacar su papel en el evento. Esta placa, situada en las inmediaciones del volcán, no solo menciona su nombre, sino que también reconoce el impacto que tuvo su testimonio en el estudio y comprensión del fenómeno. La inscripción, sencilla pero significativa, invita a los visitantes a reflexionar sobre el papel crucial que desempeñan los observadores locales en la documentación de eventos naturales.
Más allá de esta placa, el legado de Dionisio Pulido ha sido preservado en otras formas. Libros, documentales y artículos científicos han recogido su historia, asegurándose de que su experiencia sea conocida en todo el mundo. Su relato ha sido citado en estudios vulcanológicos y es un recordatorio constante de cómo la interacción entre la ciencia y los testigos presenciales puede enriquecer nuestra comprensión de los procesos naturales. De hecho, algunos investigadores han señalado que el caso de Pulido marcó un antes y un después en la importancia otorgada a los testimonios de pobladores locales durante emergencias geológicas.
El señor Pulido en la cultura popular
En el ámbito cultural, Dionisio Pulido se ha convertido en una figura casi mítica en Michoacán. Su historia es relatada en las escuelas locales y se ha integrado al folclore de la región. Cada año, las comunidades cercanas al Paricutín celebran el aniversario del nacimiento del volcán con eventos culturales y religiosos, en los que también se recuerda a Pulido como el primer testigo de este acontecimiento único. Las narrativas orales y las leyendas en torno a su figura han añadido un toque de humanidad y emotividad a lo que podría haberse limitado a un evento meramente científico.
El reconocimiento a Dionisio Pulido también se extiende al ámbito turístico. Los recorridos guiados por la zona del Paricutín suelen incluir relatos sobre su experiencia, y los guías locales a menudo lo presentan como un símbolo de conexión entre la gente y la tierra. Los visitantes se maravillan al escuchar cómo un campesino común se convirtió en una figura histórica gracias a un evento tan inusual como el nacimiento de un volcán.
Un volcán que partió la vida de Dionisio Pulido
A nivel personal, la experiencia de Dionisio Pulido no estuvo exenta de dificultades. La aparición del volcán significó la pérdida de sus tierras y su hogar, y como muchos de los habitantes de la región, tuvo que adaptarse a una nueva vida tras ser desplazado. A pesar de estas adversidades, Pulido mantuvo una actitud serena y colaborativa, entendiendo la importancia de compartir lo que había presenciado. Su disposición para dialogar con científicos, periodistas y curiosos de todo el mundo habla de su carácter y de su comprensión instintiva del valor de su experiencia.
Hoy, el nombre de Dionisio Pulido está profundamente ligado al Paricutín, y su historia es inseparable de la del volcán. Aunque su protagonismo surgió de un fenómeno natural impredecible, su legado perdura gracias al reconocimiento constante de su papel como testigo clave. La memoria de Pulido nos recuerda que detrás de los grandes eventos geológicos siempre hay historias humanas que les otorgan un significado más amplio y enriquecen nuestra comprensión del mundo natural.
Legado del Paricutín
El reconocimiento a Dionisio Pulido no solo es un homenaje a su testimonio, sino también un recordatorio de cómo las personas comunes pueden desempeñar roles extraordinarios en momentos cruciales. Su experiencia y legado nos invitan a valorar la conexión entre la humanidad y la naturaleza, así como la importancia de preservar las historias de aquellos que, como Pulido, son testigos de los grandes cambios de la Tierra.
El volcán Paricutín no solo marcó la geografía de Michoacán, sino que también dejó un legado único en la ciencia y la cultura. Hoy, sus paisajes desolados, la iglesia semienterrada y su historia fascinante atraen a miles de visitantes, recordando cómo, en un día cualquiera de 1943, la tierra decidió escribir un capítulo nuevo en su historia.
El acta completa dice así:
«En la Villa de Parangaricutiro, cabecera del Municipio del mismo nombre, Estado de Michoacán de Ocampo, siendo las 10 diez horas del día 21 reunidos en el Salón de Actos del H. Ayuntamiento, previo citatorio urgente, los CC: (…) declara abierta la Sesión, manifestando que el día de ayer como a las 18 horas se presentaron los CC. Sánchez y Pulido informándole, completamente excitados, de la aparición de una fogata que ellos no sabían qué era, y que había resultado como a las 17 horas de ayer en la Joya denominada «Cuitzyutziro», al oriente del poblado de Parícutin por lo que, desde luego, pedían se trasladara al lugar de los hechos, para que por su vista diera fe de su aseveración; a la vez Dionisio Pulido, propietario del terreno arriba mencionado, hizo del conocimiento que el día de los acontecimientos, temprano, salió de su poblado (Parícutin) a cuidar sus borregas en compañía de su esposa Paula Rangel de Pulido y a visitar sus propiedades situadas en la repetida Joya;
que por la tarde, a hora temprana tuvo que alejarse del lugar, recomendando a su esposa cuidara de las borregas hasta que él regresara; que como a las 16 dieciséis horas volvió al lugar precitado y recomendó a Demetrio Torres, que trabajaba en los terrenos, desunciera los bueyes y los llevara a beber agua; en seguida llegó hasta donde estaba su mujer a quien también recomendó volver al pueblo, encaminándose después de revisar los trabajos efectuados en sus terrenos, hasta llegar a la falda del cerro oriental circunvecino; que allí como a las 17 horas, sintió un fuerte temblor y estruendos en la tierra a lo que no hizo mucho caso ya que con frecuencia se estaban efectuando cismos (sic) desde hacía más de ocho días, pero siguió escuchando fuertes ruidos subterráneos acompañados de temblores y que entonces todo aterrado volvió la vista al Poniente o sea a su pueblo, observando con sorpresa que allá abajo en la Joyita se levantaban largas lenguas de fuego, con fuertes humaredas y estruendos nunca oídos, por lo que presa del pánico más terrible, huyó rumbo a Parícutin, a donde llegó jadeante dando inmediatamente cuenta al C. Agustín Sánchez Jefe de la Tenencia de lo ocurrido. Que el señor Sánchez al convencerse de la veracidad de lo denunciado por Pulido, se trasladó juntamente con él a la Presidencia Municipal de Parangaricutiro, donde todos alarmados dieron parte de los hechos al C. Felipe Cuara Amezcua, quien con la premura que el caso ameritaba pasó en compañía de los denunciantes al lugar donde había aparecido el fenómeno que posteriormente se dieron cuenta era un Volcán.
Acto continuo a propuesta de algunos vecinos de este lugar y de Parícutin, se discutió el nombre correcto que deberá llevar el mencionado Volcán, y después de amplias deliberaciones y deseos de los pobladores de la región, por unanimidad se le denominó VOLCÁN DE PARÍCUTIN».
Firmado: el Presidente Municipal Felipe Cuara Amezcua, Rafael Ortíz, Rutilo Sandoval y Félix Anducho.
Y hasta aquí el acta de nacimiento del Paricutín, el último documento oficial expedido a toda prisa por el ayuntamiento a escasas horas de ser engullido para siempre por la lava.
Vídeo del Paricutín en plena erupción
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mi enhorabuena por la página, creo sinceramente que espacios como Este contribuyen a dar auténtico sentido a internet.
Great content! Super high-quality! Keep it up! 🙂
Otra historia interesante más que debería ser más conocida…
Muchas gracias Bego. En ello estamos…
Pobre Dionisio y pobres gentes de los alrededores. Buen día.
Buen día, Naranjito. Sí, pobres gentes. Por suerte no hubo que lamentar muchas desgracias.