Internet, ese inabarcable y gigantesca selva llena de datos donde los mitos encuentran refugio y se reproducen como conejos australianos sin depredadores.
Uno de estos mitos, que ha provocado carcajadas y cejas arqueadas por igual, es el de los supuestos testículos juramentales de los testigos romanos. Según esta leyenda urbana, los hombres en la antigua Roma tenían que agarrarse las gónadas mientras prometían decir la verdad ante el tribunal.
Y así, esta singular ceremonia sería el origen etimológico de palabras como testigo, testificar, testimonio, testosterona y, claro, testículo.
Si este relato les parece demasiado bueno para ser cierto, tienen toda la razón. Pero superen la desilusión y viajen con nosotros a un sitio donde la historia, la lingüística y la comedia chocan de manera tan estrepitosa como gloriosa.
Orígenes del mito: ¿una confusión etimológica o una broma romana?
El origen del mito está envuelto en una nebulosa de interpretaciones erróneas y juegos de palabras. La palabra latina testiculus proviene de testis (testigo) y el diminutivo -culus, literalmente «pequeño testigo». Parece ser que los romanos, con su característico sentido del humor, decidieron bautizar así a las gónadas masculinas por su tendencia a estar «presentes» y «dar testimonio» de la virilidad del hombre.
El equívoco surge porque testis también significa testigo, y algún creativo con mucho tiempo libre decidió conectar ambos conceptos con la imaginativa historia del juramento genital.
Sin embargo, la literatura latina no respalda esta idea. Textos como los de Cicerón, Livio y Suetonio, a pesar de su querencia por los detalles morbosos, no mencionan ningún ritual que involucre los testículos como garantes de la verdad en ninguna parte de su obra.
Plauto y la tragedia cómica de la confusión de los testículos y testigos romanos
El dramaturgo Plauto, famoso por sus obras plagadas de humor y doble sentido, aporta un guiño que probablemente contribuyó al malentendido. En su obra Anfitrión, Alcmena, engañada por Zeus disfrazado de su esposo, declara: “Mihi quoque adsunt testes” (“Yo también tengo testigos”), en referencia a los testículos de su esposo como testimonio de su fidelidad. Plauto utilizó el doble sentido de testis para provocar risas, pero, irónicamente, este chiste se perpetuó como una «evidencia» errónea de la práctica.
Juramentos en la antigua Roma: nada de gónadas, muchas piedras
En lugar de recurrir a sus atributos masculinos, los romanos tenían formas mucho más decorosas y variadas de prestar juramento. El ius iurandum, o juramento, se realizaba invocando a los dioses, especialmente a Júpiter. En algunas ocasiones, los testigos sostenían una piedra y luego la arrojaban al suelo, simbolizando el castigo divino que caería sobre ellos si mentían.
Las mujeres también podían ser testigos y jurar, lo que desmonta aún más el mito de que la «veracidad» estaba vinculada exclusivamente a las partes masculinas. Es decir, si alguien estaba apostando su dignidad y verdad en Roma, no lo hacía con la túnica subida hasta el ombligo.
Testículos: pequeños testigos, grandes responsabilidades
Aunque el mito del juramento genital carece de base histórica, los testículos han sido objeto de fascinación, humor y superstición a lo largo de la historia. Tres ejemplos:
- Símbolos de fertilidad: En varias culturas antiguas, los testículos eran vistos como representaciones del poder creativo. Los egipcios y los griegos tenían amuletos que simbolizaban gónadas masculinas para atraer la fertilidad.
- La «prueba de fuego»: En la Edad Media, algunos juicios divinos involucraban pruebas físicas donde se creía que la divinidad protegería a los inocentes. En este caso, ningún documento menciona pruebas relacionadas con los testículos.
- Testosterona y virilidad: La hormona testosterona, clave para el desarrollo de las características masculinas, debe su nombre al latín testis. Curiosamente, su descubrimiento en el siglo XX volvió a poner a los testículos en el centro de conversaciones científicas y culturales.
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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