Autor: El café de la Historia
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El Efecto Mandela
El «Efecto Mandela» es un fenómeno por el cual nuestra mente recuerda unos acontecimientos que nunca han ocurrido.
Este curioso efecto fue observado, bautizado y descrito por primera vez por la psicóloga Fiona Broome en 2013.
Estaba Broome viendo por televisión la retransmisión en directo del funeral de estado de Nelson Mandela, cuando constató que tanto ella como muchas otras personas de su entorno creían recordar que el activista sudafricano había fallecido algunos años antes en la cárcel.
Este fenómeno hizo investigar a Broome sobre estos falsos recuerdos incrustados en la psique colectiva y fue hallando muchos otros recuerdos fake que, al igual que el referido al fallecimiento de Mandela, compartían muchas personas alrededor del mundo. Y encontró muchos ejemplos.
Ejemplos del efecto Mandela
¿Hacemos memoria?
En la segunda película de la saga de La guerra de las galaxias «El imperio contraataca» de 1980 muchas personas recuerdan que se dice: «Luke, yo soy tu padre«. Incorrecto: la frase exacta que pronuncia Darth Vader es: «No: yo soy tu padre». Compruébelo.
¿El icónico magnate de Monopoly lleva monóculo? Pues no, jamás lo ha llevado.
¿La madrastra en la película Blancanieves pronuncia la frase «Espejito, espejito«? No, en ningún momento de la película se dice esta frase. Puede comprobarlo.
¿Recuerdan al hombre que fue arrollado en 1989 por un tanque en las protestas de la plaza de Tiananmén? Pues recuerdan mal; no fue arrollado por ningún tanque. Pueden constatarlo en el siguiente vídeo.
¿Y el inolvidable «Rafa, no me jodas» del árbitro del Zaragoza-Barcelona a su linier Rafa Guerrero en 1996? Pues penalti y expulsión porque tampoco sucedió. Lo que realmente se dijo fue: «Vaya, joder, Rafa, cagonmimadre«. Lo pueden comprobar aquí.
Y otros muchos casos:
- «Ladran Sancho, luego cabalgamos» no aparece en el Quijote.
- Kit-Kat realmente se escribe KitKat, sin guión.
- En Mazinger Z jamás se dijo la frase «Pechos fuera«.
- En el archiconocido monólogo de «Ser o no ser» de Hamlet no se sostiene ninguna calavera en la mano.
- Sherlock Holmes nunca, en ningún libro de la saga, dijo: «Elemental, querido Watson«.
- Los payasos de la tele cantaban «La gallina turuleca«, no «La gallina turuleta«.
- El signo de Capricornio, aunque no lo recuerde, tiene cola de pez.
- C3PO es dorado. Pero no del todo; su pierna derecha es plateada.
Diferentes teorías sobre el Efecto Mandela
Existen múltiples teorías sobre este curioso fenómeno que afecta a la memoria colectiva de las personas.
La más magufa, con infinidad de seguidores como suele ser habitual en estos casos, afirma que se trata de bugs o fallos del sistema tipo Matrix en el que vivimos inmersos sin saberlo.
La más plausible es una combinación de dos de ellas que hacen referencia a la forma en que trabaja nuestro cerebro. Cualquier persona en el momento de evocar un recuerdo, hace que su memoria trabaje rescatando pedazos diferentes, ya que así se almacenan en el cerebro, y los pegue a su conveniencia rellenando las ausencias con recuerdos comunes a los de nuestros semejantes.
La otra teoría afirma que, inconscientemente, nuestro cerebro se adapta a los recuerdos colectivos para sentirse aceptado por los demás y así evitar ser excluido del grupo. Y si juntamos estas dos explicaciones se puede tener una idea aproximada del porqué del Efecto Mandela.
Casablanca y el efecto Mandela
Y, de propina, un clásico: el «tócala otra vez, Sam«, se convierte en «tócala, Sam».
La falsa memoria o Efecto Mandela
La falsa memoria es un fenómeno psicológico que ocurre cuando una persona recuerda un evento que, de hecho, nunca tuvo lugar. Las observaciones o hipótesis sobre la existencia de recuerdos falsos se remontan a los inicios del psicoanálisis y la psicología clínica y se pueden encontrar en los escritos de Sigmund Freud y Pierre Janet.
En la década de 1970, los estudios experimentales de la psicóloga Elizabeth Loftus cuestionaron la calidad que se puede atribuir al testimonio de los testigos en el contexto de los casos judiciales, dando lugar a numerosos debates abriendo la posibilidad de proponer mejoras en las técnicas de recolección de dichos testimonios, en particular los de los niños ya que son particularmente impresionables.
Este debate abrió la cuestión de la creación artificial de recuerdos, conocidos como falsos recuerdos inducidos. Estos debates se produjeron bajo el auspicio de asociaciones, terapeutas y psicólogos científicos de gran prestigio.
Algunos sugirieron la existencia del síndrome de memoria falsa (una patología que puede llegar a alterar la vida cotidiana del paciente), pero este síndrome sigue siendo objeto de debate y, a fecha de hoy, no figura de manera oficial en las clasificaciones psiquiátricas internacionales.
Los estudios de Loftus también han puesto la lupa sobre un efecto de desinformación: ciertos recuerdos falsos o eventos que nunca ocurrieron, bajo condiciones específicas y en ciertos grupos de personas, pueden implantarse fácilmente en la memoria mediante un proceso retraoactivo de interferencia.
La cuestión de los recuerdos falsos es una cuestión científica que sigue siendo muy estudiada. Desde el trabajo pionero de Loftus, numerosos estudios han validado el hecho de que los recuerdos pueden ser influenciados y que los recuerdos falsos pueden implantarse en la memoria de varias maneras diferentes.
Las implicaciones de estos aspectos científicos son serias porque al cuestionar el testimonio, desprestigian el testimonio de las víctimas e implican dos riesgos principales: si un testimonio es falso, una persona inocente puede ser acusada y condenada en base a ese testimonio; pero si se ignora el testimonio de las víctimas, un delincuente potencialmente peligroso puede permanecer en libertad.
Este problema ha estado en el centro de varios casos de abuso sexual de menores que han recibido una amplia cobertura mediática en los últimos años.
Las aplicaciones de la investigación psicológica en este campo tienen como objetivo mejorar las técnicas de recolección de testimonios y la calidad de los testimonios de las víctimas.
La memoria humana funciona bajo un proceso dinámico que depende de muchos procedimientos complejos de percepción y codificación, almacenamiento, accesibilidad y recuperación de información. Se pueden producir errores en cada nivel de los diversos procesos y algunos de estos errores dan lugar a la formación de recuerdos falsos.
Estos falsos recuerdos están relativamente extendidos y a menudo son menos perceptibles en personas equilibradas psicológicamente y en muchos casos responden a fenómenos adaptativos.
La psicóloga Elizabeth Loftus fue pionera en el estudio sistemático de los recuerdos falsos en el campo de la psicología cognitiva, aunque antes que ella muchos otros psicólogos habían observado estos límites de la memoria y el olvido y el fenómeno de la distorsión de los recuerdos.
Desde 1974, Loftus ha realizado numerosas investigaciones experimentales en este campo y es reconocida como una autoridad científica en la cuestión. Ella demostró la maleabilidad de la memoria y el hecho de que hay muchos elementos que pueden influir en los recuerdos, cambiarlos o crear otros nuevos, es decir, fabricar «recuerdos falsos».
En sus experimentos, le pide a los pacientes que vean vídeos o fotos de varios eventos. Luego les plantea preguntas para explorar sus recuerdos de los hechos observados. Tras analizar los resultados de estos experimentos, destacó numerosos errores en los testimonios, causados por la manera en que se formulan las preguntas.
Un ejemplo típico en este tipo de experimentos es preguntar a las personas objeto de estudio de qué color es una camioneta que aparece estacionada en determinada fotografía; no existe ninguna camioneta en las imágenes pero los interlocutores, influenciados por el método empleado en la formulación de la pregunta, afirman que sí existe y le llegan a otorgar un color.
El trabajo de Loftus en este campo dio lugar a un cambio de pautas a la hora de interrogar a los testigos en procesos judiciales.
El caso paradigmático del reloj de la estación de Bolonia
A las 10:25 horas de la mañana del 2 de agosto de 1980 explotó en la sala de espera de la estación de trenes de la ciudad italiana de Bolonia un artefacto colocado en una maleta abandonada.
La detonación se pudo sentir en un radio de varios kilómetros a la redonda y destruyó gran parte de la estación alcanzando de pleno a un tren que se encontraba estacionado en el primer andén.
Aquel día la estación estaba llena de turistas y de personas que iniciaban sus vacaciones o volvían de ellas produciéndose la mayor masacre en suelo italiano desde el final de la Segunda Guerra Mundial, falleciendo 85 personas y resultando más de 200 heridas.
Pues bien, un estudio de 2010 examinó a un conjunto de personas que estaban familiarizados con el reloj en la estación de tren de Bolonia, un reloj que había sido seriamente dañado el día del atentado.
En el estudio, el 92% falsamente afirmaron de que el reloj había permanecido detenido desde el mismo momento de la explosión; un claro ejemplo de Efecto Mandela y Síndrome de falso recuerdo ya que, de hecho, el reloj fue reparado poco tiempo después del atentado, pero se detuvo de nuevo 16 años después como una conmemoración simbólica en recuerdo a las víctimas.
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