Autor: El café de la Historia
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¿Extraterrestres en Canarias en el siglo XVIII?
Hoy viajamos al siglo XVIII para describir uno de los encuentros con seres extraterrestres más extraños de la historia. Abróchense los cinturones y no olviden ponerse un embudo de papel de aluminio en la cabeza.
Visualicen la siguiente escena (imaginada pero verosímil, ya verán): el Conde de Floridablanca, el equivalente actual al primer ministro de Carlos III, está despachando rutinariamente informes de estado en su regio despacho en el Palacio Real de Madrid. Una ceja se le enarca de incredulidad al toparse con una misiva del Gobernador de Tenerife en la cual le informa sobre la extraña irrupción en la isla de unos seres montados en un misterioso artefacto volador que dicen venir de la Luna.
¿Esto ocurrió realmente? ¿Está documentado? Vayamos por partes…
Todo esta historia empieza con una serendipia en estado puro.
Recordemos que una serendipia es el hallazgo o descubrimiento valioso e inesperado que se produce de manera accidental mientras se buscaba otra cosa.
Pues bien, en el marco de unas investigaciones de otros asuntos más terrenales (relacionadas con el comercio en las Islas Canarias durante el siglo XVIII), Germán Santana, profesor de la Universidad de Las Palmas, ha localizado en fechas recientes en el Archivo General de Simancas unos documentos que atestiguan este imposible encuentro entre unos seres extraterrestres y los atónitos habitantes de la isla de Tenerife.
El documento del Archivo de Simancas
La transcripción textual del documento oficial fechado en 1787 empieza así:
«El quince del corriente, a eso de las diez de la mañana, estando el cielo claro y despejado, llamó la atención a los habitantes de esta isla un grandísimo globo que flotando en la atmósfera bajaba majestuosamente en dirección al pico de Tenerife. Algunos espectadores notaron un resplandor particular alrededor de ese fenómeno y con la ayuda de varios anteojos describieron una larguísima cola que les hizo creer fuera algún globo de fuego o algún cometa excéntrico que desquiciado de su posición por alguna revolución en el sistema planetario se sostenía con dificultad por lo denso y espeso de nuestra atmósfera. Al punto, la consternación y el terror se apoderó de todos los ánimos, y las iglesias eran los únicos asilos que buscaban aquellos espíritus amedrentados. De los pocos que no fueron dominados por el pavor, hubo algunos que pudieron distinguir ser una especie de carro, lo que formaba el remate de aquel objeto portentoso, y acordándose de los tiempos de la mitología, decía no era la primera vez que los dioses habían bajado en esa forma a visitar a los pobres mortales con toda la devoción estaba en todo su punto en toda la isla y los frailes implorando la visita de algún santo fundador antes que pudiéramos formar otras conjeturas vimos distintamente con el telescopio grande, en el observatorio, que el objeto que nos causaba tanto espanto era un globo inmenso dorado, pintado todo graciosamente, con una galería magnifica y en ella dos figuras que parecían humanas volteando unas banderas que traían con las manos. En esto la máquina se volvió hacia el centro de la isla y quedándose estacionaria como buscando paraje oportuno para tomar tierra, se lleno de gente de a pie y a caballo en toda aquella parte inmediata a la ciudad. Yo me halle en el punto en el que echando los aeronautas sus anclas empezaron a bajar perpendicularmente a unas diez millas de la ciudad de Santa Cruz cerca de la base de la montaña grande. La gente agarró las cuerdas con impaciencia, y el carro y el balón llegaron al suelo sin desgracia pero cuál fue nuestra sorpresa al ver salir de la máquina dos extravagantes y extrañas figuras tendiendo a nuestros pies ramas de palma y de olivo, hablándonos una lengua desconocida para todos.
¿Imaginan a Don José Moñino, Conde de Floridablanca, leyendo a la luz de las velas esta crónica? Pues continuemos que ahora viene la toma de contacto con estos «visitantes».
Su traje, que describiré después, era diferente de todos los conocidos en el mundo y por lo que diré a usted más abajo reconocerá no ser temeraria mi observación. Como nuestros huéspedes parecen estar hambrientos y cansados y no tenía por allí medios para remediar sus necesidades, hice vaciar su balón y los llevé a Santa Cruz donde se les ha asistido con todo lo que han permitido las circunstancias. Llegamos bastante tarde a la ciudad y después de haberles dejado descansar, convoqué un consejo compuesto de los jefes del colegio y de todos los eclesiásticos ilustrados porque me acompañasen a dar audiencia a los dos extranjeros. En consecuencia nos juntamos con mucha solemnidad en la sala grande del Consejo y recibimos allí a los recién llegados.
El gobernador nos deleita a continuación con una chispeante descripción de los extraterrestres:
«Estos dos personajes tienen mas de ocho pies de alto, su andar es grave y majestuoso, llevan la cabeza muy erguida y una especie de ropa talar de seda azul celeste sembrada de estrellas de plata. En el centro de la espalda tienen un medallón del mismo metal que representa la luna llena y sobre el pecho, una placa de oro en figura del sol con rayos de diamantes y esmeraldas. Cubren sus cabezas morricones guarnecidos de piedras preciosas que exponen grande resplandor alrededor de sus personas. Traen el pelo dividido en varias trenzas flojas y unidas entre sí con perlas y amatistas. Sus sandalias son igualmente ricas y brillantes y todo su porte causa la mayor admiración. lo dicho hasta aqui no debería haber hecho sensación en el ánimo de su majestad pero lo que le sorprenderá verdaderamente es saber que estos dos hombres extraordinarios son habitantes de la luna.»
En las siguientes líneas, el gobernador hace referencia a un legajo que aún no ha sido localizado por los investigadores:
«En el papel adjunto hallará vuestra excelencia lo concerniente a su religión, gobierno, artes, ciencias, modales y costumbres, como igualmente la noticia del paraje en que está el tesoro de aquel país y de los motivos que les determinaron a emprender este viaje. Detendré aquí a estos ilustres viajeros hasta recibir las ordenes de su majestad pues sentiría les sucediese algún accidente yendo a España por la vía regular. Me alegrará saber cuanto antes cuál es la voluntad del Rey, y si es de su interés y agrado disponga yo aquí una expedición de globos para que vayan por el aire pues siendo tan diestros en el arte de dirigir estas máquinas nos enseñarían seguramente este secreto pues son muy tratables y atentos y están muy reconocidos ca la buena acogida que se les ha hecho en esta isla. El Rey podrá gloriarse con su ayuda de ser el primer descubridor del territorio de la luna, y cuando resuelva tomar posesión de aquel vasto continente pido a vuestra excelencia le recuerde mis servicios para el empleo de virrey en aquel hemisferio, que verá como un apéndice para el Imperio Español.
Así lo espero y deseo que Nuestro Señor le guarde.
Firmado: Don López de Vega.«
Conclusiones
Leído en su totalidad el fabuloso documento vayamos a las preguntas que nos hacíamos al principio: ¿Esto pasó realmente? ¿Está documentado?
Vayamos con la segunda cuestión:
Sí. Este documento ha sido objeto de análisis que han determinado que tanto la tinta como el papel son auténticos y, sin ningún género de dudas, fue redactado en el siglo XVIII, con lo cual se puede afirmar que el legajo fue escrito y supuestamente leído por el primer ministro (o alguno de sus más cercanos colaboradores) ya que había sido enviado al archivo oportuno junto con el resto de correspondencia oficial. Además, la letra es la misma que la de otros documentos coetáneos archivados en las mismas fechas con lo cual queda constatado que este extraño informe fue escrito, efectivamente, en el siglo XVIII.
Ahora afrontemos el primer punto: ¿Esto pasó realmente?
Más allá de lo fantástico del relato, lo que primero llama la atención es la firma del gobernador: López de Vega. Ese nombre, además de invocar al autor del Siglo de Oro, no corresponde con el verdadero gobernador de la isla en aquellas fechas.
Además, la caligrafía de la que hablábamos unos párrafos más arriba, si bien corresponde a la misma que se puede cotejar en otros escritos confeccionados por algún funcionario adscrito a la embajada española en Londres, aspecto que, unido al guiño humorístico del nombre del gobernador, hace dudar a los investigadores ya que todos los indicios apuntan a que esta carta fue redactada en el ámbito del circulo diplomático español en Inglaterra.
¿Ciencia ficción o caso real? ¿Fabulosa farsa o divertimento diplomático?
¿El Mundo Today avant la lettre?
Posiblemente nunca lo sepamos del todo pero, a falta de saber qué hay de verdad en toda esta historia, habrá que esperar hasta que se encuentre el legajo adjunto extraviado para despejar incógnitas tan cruciales como cuánto tiempo estuvieron estos prototuristas de visita en Canarias, las gestiones del gobernador para engatusarlos con tal de conquistar la luna para el Imperio Español y, sobre todo, la reacción de Carlos III al ser informado de todo este asunto.
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Es insólito todo este asunto. Y divertido a más no poder. Gracias.
Floridablanca hizo el primer censo una línea de investigación podría ir por mirar si estos dos selenitas constaban como empadronados en Canarias je je e
Lo mejor del artículo, que ya es insólito, es la foto de LeBlanc para ilustrarlo. Cracks!
Buenos días y enhorabuena por el blog.
Mae mia, hasta en esto ganamos a los yankys