Las Pringles no son simples patatas fritas. No, no lo son, y Procter & Gamble, la compañía que las lanzó al mercado, se aseguró de que lo supiéramos… al menos en los tribunales.
¿Qué son realmente las Pringles?
Estos aperitivos, presentados en sus icónicos tubos de cartón, son el resultado de una fórmula que mezcla patatas deshidratadas, harina de arroz, almidón de trigo, emulgentes y, también, un poco de ingeniería fiscal.
En este artículo exploraremos cómo un snack aparentemente inocente desencadenó una disputa judicial sobre el IVA en el Reino Unido, transformando a las Pringles en el alimento más cuestionado legalmente de la historia contemporánea.
La fórmula mágica de las Pringles: ¿Patatas o alquimia?
Si alguna vez se han preguntado qué hace a las Pringles tan perfectas, uniformes, iguales unas a otras como si se tratase de millones de patatas chips gemelas, aquí va la respuesta: no son realmente patatas fritas.
De hecho, su receta contiene menos del 40% de patata. El resto son ingredientes que, dependiendo de a quién le preguntes, las convierten en una obra maestra de la ciencia alimentaria o en algo que jamás debería haberse comido.
Ingredientes principales
- Patatas deshidratadas: Sí, algo de patata hay, aunque no lo suficiente para equipararse a las patatas chips tradicionales.
- Harina de arroz y almidón de trigo: Porque la textura debe ser tan uniforme como los círculos de un compás.
- Aceites y emulgentes: Porque no hay nada como un toque químico para darle estabilidad al snack.
¿El resultado?
Un aperitivo que, según los abogados de Procter & Gamble, no puede ser clasificado como patata frita porque simplemente es mucho más complejo.
El asunto de las Pringles y el IVA británico
En el Reino Unido, la ley del IVA (Value Added Tax) es clara pero absurda en algunos casos. Los alimentos básicos están exentos de este impuesto (0% de IVA), pero los productos considerados “de lujo” sí lo pagan.

Y aquí está el truco: las patatas fritas se consideran un lujo.
¿Por qué? A saber… tal vez porque la realeza británica tiene debilidad por las onduladas sabor a jamón.
El caso es que Procter & Gamble vio una oportunidad fiscal al argumentar que las Pringles no deberían ser gravadas como patatas fritas.
¿La razón? No eran exactamente patatas.
El juicio del siglo: Pringles vs. Hacienda británica
En 2008, Procter & Gamble llevó su caso a los tribunales, alegando que las Pringles eran un “aperitivo salado” y no una patata frita.
Sorprendentemente, ganaron.
La High Court of Justice aceptó que, con menos del 40% de patata, las Pringles no calificaban como tal.
La victoria inicial:
- Se estimó que Procter & Gamble ahorraría 20 millones de libras anuales.
- Las Pringles se convirtieron en el ejemplo perfecto de cómo la creatividad fiscal puede ser tan sabrosa como la creatividad química del propio snack.
Pero esta alegría fue efímera. En 2009, el Tribunal de Apelaciones revocó la decisión. Según los jueces, el sentido común prevalecía: los consumidores compraban Pringles creyendo que eran patatas fritas. Punto.
Y así, la compañía tuvo que pagar todos los impuestos retroactivos que debía.
Otros casos de batallas fiscales de alimentos
Este no es el único caso donde la comida ha generado debates fiscales. Aquí van otros ejemplos hilarantes:
Producto | Controversia | Resultado |
---|---|---|
Jaffa Cakes (Reino Unido) | ¿Pasteles o galletas? | Son pasteles. Sin IVA. |
Hot Dogs (EE.UU.) | ¿Sándwiches o algo más? | No son sándwiches. Clasificación ambigua. |
Pizzas congeladas (España) | ¿Alimento básico o preparado? | Preparado. IVA general. |
La guinda: En India, el chocolate blanco tuvo que ser redefinido como «dulce» para evitar un impuesto más alto aplicado a los chocolates.
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor y lector empedernido.
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