Autor: El café de la Historia
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Werner Von Janowski
En los pubs de la costa atlántica canadiense aún hoy en día se explican historias sobre espías alemanes infiltrados durante la Segunda Guerra Mundial, al calor del alcohol y alimentadas por el mito y la simpar figura del calificado como el peor espía de la historia.
Así, hoy nos detenemos en las peripecias de Werner von Janowski ejerciendo de espía nazi en Canadá y su récord en ser el agente con la hoja de servicios más corta.
Ser espía requiere de una serie de cualidades: mimetismo, improvisación, frialdad, dominio de idiomas, memoria, alta capacidad intelectual, de las cuales nuestro protagonista no andaba sobrado a la vista de los hechos. Vamos a ello.
La misión en Canadá
Los altos mandos de la inteligencia alemana manejaban informes en los que se aseguraba que el pueblo canadiense apoyaba a Hitler mayoritariamente y estaba al borde de una revuelta pro nazi. Sí, suena exagerado pero aun así enviaron a Janowski con la misión de infiltrarse en Canadá para localizar simpatizantes nazis en Montreal y aglutinarlos bajo su mando.
Con la falsa identidad de un representante de comercio, viajó en el submarino U-518 que lo depositó en la playa de Chaleur Bay, a unos seis kilómetros de la pequeña localidad costera de New Carslile el 9 de noviembre de 1942. Eran las 5 de la mañana.
Tras una larga caminata y ya en el casco urbano de la localidad decide que lo mejor que puede hacer a esas horas es entrar a un hotel a tomar un café y alquilar una habitación para darse un baño.
Y ahora imaginemos la escena.
Toma de contacto con la población local
Primera hora de la mañana en New Carslile.
La puerta de un céntrico hotel se abre y los allí presentes se quedan pasmados ante la entrada de un sujeto vestido con un traje a todas luces extravagante.
Se acerca al mostrador bajo la atenta mirada de los testigos, y, al pedir, de su garganta brota una voz demasiado rara y gutural. Janowski, o mejor dicho, William Brenton que era su identidad falsa, intentando parecer lo más natural posible, enciende un pitillo con unas cerillas belgas que se dejó olvidadas en el mismo mostrador. Resulta que alguien reparó en el detalle de que aquella caja no llevaba un sello del gobierno canadiense que en aquellos años llevaban obligatoriamente todas las cajas de cerillas.
Por si fuera poco, los fósforos eran belgas y era un hecho evidente que Bélgica llevaba tres años ocupada por los nazis.
Sigue apoyado en la barra bajo la afilada mirada de los presentes que se preguntaban de dónde había salido aquel extraño personaje. Para rematar la jugada, debido a su larga travesía bajo el Atlántico encerrado en un submarino, despedía un penetrante y pestilente olor a cerrado y gasoil que inundaba hasta el último rincón del establecimiento. Para romper el tenso silencio dice en voz alta: Pues acabo de llegar en autobús y estoy haciendo tiempo para coger el tren.
Cruce de miradas incrédulas entre los parroquianos…
Error. Ya decía Borges que si no puedes mejorar el silencio, mejor no digas nada. Y menos si de tu boca sale un acento sospechosamente gutural y germánico.
Y decimos error porque era conocido por cualquiera que el único autobús del pueblo no llegaría hasta dentro de unas horas, así que todos los presentes tuvieron claro que ese extraño individuo enfundado en un traje horroroso que estaba apestando el lugar o se había escapado de un frenopático, o era un espía alemán.
Pero no acaba ahí la cosa. Cuando decide pagar, pide la cuenta y la paga en antiguos billetes canadienses que nadie había visto desde antes del crack del 29.
Recapitulando, es como si aparece en el bar de su esquina un fulano embutido en unos tejanos Cimarrón, un jersey Privata sobre los hombros y un llavero de Naranjito, de cuya bocaza salen frases como Me las piro vampiro, A la cola Pepsicola o Eres un pinfloi, y que pretende pagar la cuenta con un billete de 1000 pesetas de Pérez Galdós…
Si además de todo esto encima el susodicho despide un insoportable hedor como si fuera un camión de fertilizante, seguro que llamaría la atención tanto como un chino con patillas, un escocés con todos los dientes, o un aprendiz de espía al que le ha quedado para septiembre la asignatura de infiltración y camuflaje.
Fin abrupto de la (breve) misión de espionaje
Prosigamos con nuestra historia.
Una vez salió por la puerta, la familia propietaria del hotel pone sobre aviso a la policía, y un agente lo localiza ya instalado en el vagón destino a Montreal y le exige la documentación. Nuestro protagonista se identifica como el viajante de comercio William Brenton pero al pedirle el equipaje para registrarlo, él responde levantando las manos diciendo que no es necesario, que es un oficial alemán que sirve a su país como usted sirve al suyo y que se entrega.
No eran ni las cinco de la tarde.
Su fulgurante carrera como espía duró apenas doce horas.
Janowski tras la captura
Canadá no hizo público su arresto y le utilizó como agente doble durante un año sin grandes resultados debido a su ineptitud. Ineptitud que los canadienses interpretaron como falta de colaboración; sospecharon que se trataba de un agente triple y lo mandaron a un campo de prisioneros británico como precaución por si estaba pasando información a Alemania.
Como curiosidad, falleció en 1.978 en Alicante mientras disfrutaba de sus vacaciones como un jubilado alemán más.
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Bueno, al menos se pidió un brühwurst y una cerveza pilsner para desayunar! Suprema la historia
Creo que no le dio tiempo. Saludos, Jose.
Insuperable.
Sí, Fede, pobre hombre…
Me encanta, pobre señor
Como un chino con patillas o un escocés con todos los dientes… Parece de «Top secret»!!!
Una historia alucinante de principio a fin…
Gracias Pedro.
Habia oido esta historia hace mucho tiempo pero no recordaba los detalles, me he reído mucho. Felicidades al autor y espero con avidez nuevas entradas
Gracias por las felicitaciones, Blas.
Me encanta esta web. Ni una exhumación y análisis a cargo de CSI podrá dilucidar jamás si no fue dejando adrede tras de sí un reguero, digo Amazonas de pistas para que lo trincasen y quitarse de enmedio. Yo lo habría hecho. ¿Tal vez se despidió del bar con un taconazo y alzando el brazo?
Gracias Néstor.