Autor: El café de la Historia
ETIQUETADO EN:
La sorprendente historia de un estrambótico suceso que mantuvo en vilo a todo un país que quedó dividido entre partidarios y detractores, y cuyas consecuencias han llegado hasta hasta nuestros días en forma del espectáculo más representativo del mundo del ilusionismo. Quédense hasta el final.
El incidente de Mary Toft
Estamos en un campo de labranza de la Inglaterra de abril de 1726 y allí, trabajando por un mísero jornal, nos encontramos con Mary Toft, una campesina veinteañera de complexión rolliza, madre de tres hijos, que está dedicada a sus quehaceres diarios.
De pronto, la señora Toft atisba un enorme conejo de más de dos metros que la observa fijamente.
La campesina mira a su alrededor y comprueba dos cosas: que está completamente sola y que no está soñando.
El conejo, sin dejar de mirarla avanza de manera decidida hacia su posición y para sus adentros la mujer se consuela pensando que jamás se ha oído que un conejo ataque a un ser humano.
Mary Toft y la violación conejil
Sin embargo, el conejo aunque al principio se acerca con cierta cautela a la asombrada campesina, en el último momento y en una serie de rápidas y ágiles maniobras se le abalanza encima.
Tras unos breves momentos de lógico desconcierto quedó claro que la intención del enorme conejo no era matarla, sino más bien poseerla sexualmente.
Ante la resistencia de la campesina, el enorme conejo la agarró con fuerza, la cargó en los hombros y se la llevó bosque adentro donde la poseyó dando lugar al primer testimonio de violación de una persona por parte de un conejo de la historia.
Tiempo indeterminado después del asalto, la señora Toft despertó de su desmayo y se puso a caminar en busca de una salida de aquel bosque y volver a su casa en Godalming, una localidad en el distrito de Waverley, condado de Surrey.
La noticia corre por Godalming
Tras una larga y penosa caminata pudo llegar a su pueblo, y en la entrada del mismo estaban una vecinas charlando que al verla llegar en muy alterado estado se interesaron por ella y Mary Toft les relató su extraño incidente.
El insólito asunto del abuso sexual conejil, como no podía ser de otra manera, corrió por el pueblo como la pólvora y durante semanas en Godalming no se hablaba de otra cosa.
Y no era para menos…
Llegados a este punto del relato es necesario recalcar que a pesar de su analfabetismo y cierto «carácter flojo», la familia Toft y en especial la propia Mary tenían una reputación intachable en el pueblo; no se le conocía afición por las bromas ni nunca nadie la había oído fantasear ni faltar a la verdad.
Hombres armados empezaron a patrullar el pueblo y a Mary le empezaron a pasar «cosas».
Por ejemplo, desde el día del «encuentro» cada noche soñaba con camadas de pequeños conejitos y, además, se le disparó una irresistible apetencia por comer conejo a todas horas y guisado de todas las maneras imaginables.
Como suele ocurrir, el paso del tiempo fue diluyendo las habladurías de la gente y poco a poco la historia del conejo que violó a Mary Toft empezó a olvidarse de manera gradual.
Primeras consecuencias del incidente
Pero cinco meses después Mary empezó a sentir un fuerte dolor acompañado de una copiosa hemorragia vaginal que culminó con la expulsión de una masa sanguinolenta que la propia Mary definió así:
«Algo grande como mi brazo, un nacimiento realmente monstruoso«.
Varias semanas después se repitió el aborto y tras sentirse muy enferma fue llevada a casa de su suegra que era comadrona, la cual certificó que en su casa había expulsado otro feto sanguinolento pero que según sus conocimientos, su nuera, a pesar de los abortos anteriores, estaba embarazada.
Se requirió la presencia del Doctor Howard, un prestigioso médico de la vecina Guilford, que tras un examen a la enferma salió con dos noticias: La primera era que la paciente estaba fuera de peligro y sin dolor.
La segunda se la comunicó en un aparte al marido:
«Hay vida en su vientre, felicidades, va usted a ser padre».
Un mes después ,el Doctor Howard fue llamado de nuevo a la casa para asistir el parto.
Tras el largo proceso de alumbramiento se abrió la puerta del dormitorio y el doctor se dirigió al nervioso marido con algo en los brazos.
– Su esposa ha parido… ha dado a luz… cuatro conejos…
Antes de que el asombrado marido pudiera pronunciar palabra, el médico fue llamado a voces desde la habitación a la que se metió cerrando la puerta tras de sí dejando a un estupefacto marido con cuatro conejitos en su regazo.
Cuando se abrió de nuevo la puerta el médico entregó un quinto conejo al desencajado marido.
Nace el Milagro de Guilford
La noticia tardó bien poco en llegar hasta el último rincón de Goldaming y de allí al resto de Surrey hasta alcanzar por completo a toda Inglaterra acaparando titulares en la prensa del ya conocido como «Milagro de Guilford».
El Doctor Howard escribió cartas a colegas suyos para pedirles ayuda en el caso de Mary Toft y el asunto empezó a discutirse seriamente en el ámbito científico polarizándose las opiniones favorables y contrarias a lo largo y ancho del país.
Y, mientras tanto, ¿qué ocurría en el hogar del matrimonio Toft?
Pues otro parto de Mary hizo al señor Toft padre de siete conejos más.
Jorge I ordena una investigación
Como no podía ser de otra manera, el asunto del «Milagro de Guilford» acabó llegando a oídos del rey Jorge I que, fascinado por el asunto, ordenó una investigación rigurosa y científica de los hechos.
Poco tiempo después, un lujoso coche de caballos se detiene delante de la casa de los Toft y de él se apean Nathaniel St André y el doctor Molineux, médico de confianza del rey y secretario del Príncipe de Gales respectivamente, y que son las personas encargadas por el monarca para la investigación.
Estos dos personajes no creían un ápice de todo el asunto y estaban incluso ofendidos por el hecho de haber sido enviados a aquél sucio rincón del reino a investigar esas estupideces de aldeanos.
Y a pesar que desde que pusieron un pie en la casa dejaron claro con arrogancia cortesana que no creían en la veracidad de los partos, llegaron en el mejor de los momentos ya que pudieron ser testigos del nacimiento del decimoquinto conejito y vieron con sus propios ojos cómo salía de esa mujer la mitad de un conejo desollado.
El Doctor Howard les informó que los conejos nacían siempre muertos y que en ocasiones, debido a la violencia de las contracciones, muchos salían desollados y despedazados.
Más tarde, Mary expulsó la otra mitad del conejo y los dos enviados comprobaron que, efectivamente, coincidía con la anterior.
La incredulidad fue máxima cuando en un último esfuerzo y ante sus atónitos ojos salió del útero de la mujer la piel del conejo.
La investigación prosigue
A su vuelta se presentaron ante Jorge I con un veredicto inapelable: No hay engaño alguno en el «Milagro de Guilford», al tiempo que entregaban al rey un obsequio de parte de la familia: un frasco de cristal conteniendo uno de esos gazapos nacido de una mujer humana, sin duda uno de los regalos más grotescamente chocante que haya recibido jamás gobernante alguno.
Pero Jorge I tenía la mosca detrás de la oreja y ordenó a St André que siguiera investigando el asunto y le diera una explicación de cómo era posible que una mujer humana pariera conejos.
St André investigó y con las rudimentarias técnicas del siglo XVIII descubrió indicios del engaño que prefirió pasar por alto; todo el asunto de Mary Toft le había catapultado a la élite científica y le estaba otorgando una fama y un crédito desorbitado gozando de sus quince minutos de gloria que le llevaron incluso a escribir libros sobre el caso que se vendían como churros.
El cirujano real sospecha algo
Mientras tanto, en la corte, el cirujano real Cyriacus Ahlers nunca se había creído ni una sola palabra de la historia de los Toft y estaba empezando a hartarse del asunto, así que pidió permiso al rey para poder desplazarse al domicilio del matrimonio y desenmascarar el engaño.
Tal como entró el cirujano en el dormitorio, Mary expulsó ante el atónito funcionario un conejo lo cual dejó maravillado a Ahlers que se rindió ante la evidencia y se convirtió desde ese momento en el más firme defensor del «Milagro de Guilford».
O eso les hizo creer ya que investigando los conejillos expulsados detectó heno en su estómago.
El mecanismo del engaño
Los implicados lo tenían -casi- todo previsto y ante visitas inesperadas como la del cirujano real, los Toft habían preparado una especie de doble fondo en las ropas de Mary en el cual escondían los conejos que ella, con una habilidad inusitada, se introducía en el vientre -vía vaginal, claro- para expulsar ante el asombro de los testigos.
La gira de Londres
Tras escuchar el veredicto de su cirujano de confianza, el rey reclamó la presencia de Mary en Londres que fue recibida por las masas enfervorizadas que querían ver de cerca a la protagonista del «Milagro de Guilford«.
En noviembre de 1726, Mary, acompañada de su marido y del Doctor Howard, empezaron su particular gira por la capital en la cual fueron agasajados por toda la ciudad, visitados por la nobleza y seguidos por multitudes que no se separaban de ellos allá donde fueran.
Y aquí empezaron los problemas para Mary.
Primero, desde que llegaron a Londres se pararon en seco los partos múltiples conejiles para decepción de la concurrencia.
Segundo, Richard Manningham, el ginecólogo más importante del momento, detectó indicios de fraude y consiguió permiso para internarla en un hospital para vigilarla las veinticuatro horas del día.
Los conejos seguían sin aparecer….
Y, tercero y definitivo, un trabajador del hospital confesó que había recibido el encargo de comprar el conejo más pequeño que encontrase en el mercado y entregárselo discretamente al señor Toft.
Con esta información, Manningham amenazó a Mary con extirparle el útero para que la ciencia pudiera estudiarlo y consiguió lo que buscaba: que la farsante se derrumbara y confesara el colosal engaño.
Consecuencias del fraude
Y así, de un plumazo, el engaño salió a la luz, la fama de Mary Toft se desvaneció y el rey, enfurecido, la mandó procesar por fraude lo cual le acarreó una pequeña temporada entre rejas.
La mujer confesó que el engaño fue urdido por ella y su marido para conseguir una pensión del rey.
Tras su estancia en la cárcel, Mary volvió a su pueblo en el cual, a pesar de todo el trasiego uterino previo, dio a luz a un hijo -humano, se entiende- sano.
Mary Toft falleció cuarenta años después de todo el asunto y en su certificado de defunción en la iglesia quedó registrada como:
«Mary Toft, viuda y la impostora del conejo«.
Los más perjudicados por todo el engaño fueron las dos personas que más defendieron a capa y espada la veracidad del «Milagro de Guilford«, el pobre Doctor Howard y el arrogante St. André, cuyas carreras y reputaciones quedaron manchadas para siempre.
El rastro del Milagro de Guilford llega hasta hoy
Tan sonada fue esta historia en la Inglaterra del siglo XVIII que, una vez conocido el mecanismo del fraude, en los teatros londinenses empezaron a triunfar unos novedosos espectáculos de ilusionismo consistentes en hacer aparecer conejos de chisteras aparentemente vacías.
Unos espectáculos que se han convertido en un clásico en los números de magia y prestidigitación hasta nuestros días, y que muy pocos conocen que tienen su origen en una truculenta historia que tuvo en vilo a toda Inglaterra hace trescientos años.
Te recomendamos el artículo sobre los chistes más antiguos de la historia
Libro del Doctor Howard sobre el caso disponible para consultar en línea
A short narrative of an extraordinary delivery of rabbets, Mr John Howard, Surgeon at Guilford
Si te ha gustado ¡Compártelo!
ETIQUETADO EN:
¡Síguenos en las redes para no perderte los nuevos artículos!
NUESTRAS CATEGORÍAS
El Café de la Historia ha sido finalista en la edición 2021/22 de los Premios 20Blogs en la categoría «Ciencia«.
¡Gracias por vuestro apoyo!
Aviso legal – Privacidad – Política de cookies – Copyright © 2024. Todos los derechos reservados – Contacto
Que tremenda historia, al final los que sufren son las personas que nunca se involucran en los conflictos.