La primera y última carrera de Frank Hayes

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Imagina cruzar la meta en primer lugar, hacer historia y que tu hazaña quede grabada para siempre en los libros… pero no tener la más mínima idea porque, bueno, estás muerto. Así fue la breve pero inolvidable carrera de Frank Hayes, el jinete debutante que en 1923 redefinió el significado de “dar la vida por el deporte”.



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Autor: El café de la Historia


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Un jinete inesperado y un caballo subestimado

Frank Hayes no era el tipo de jinete que imaginamos compitiendo en Belmont Park, el escenario de una de las carreras más prestigiosas de Nueva York. A sus 35 años, ya estaba muy por encima de la edad promedio de los jockeys profesionales, quienes suelen tener la elasticidad de un contorsionista y el peso de un saco de harina. Además, Hayes no era un jockey profesional; era un mozo de cuadras, esa figura casi invisible en el mundo de las carreras, pero fundamental para el éxito de los verdaderos protagonistas: los caballos y, por supuesto, los jockeys.

Frank sabía mucho más de caballos que muchos de los hombres que los montaban. Pasaba días enteros cuidándolos, entrenándolos y susurrándoles palabras que probablemente solo él entendía. Podía decirte con un vistazo si un caballo estaba teniendo un mal día o si estaba listo para correr como si el mismísimo diablo lo persiguiera. Pero hasta ese momento, su papel había sido siempre el de un secundario en la gran función del hipódromo.

La llamada del destino (y del último minuto)

El caballo que le cambiaría la vida, Sweet Kiss, tampoco era un favorito en las apuestas ni una estrella en ascenso. Más bien, era un equino decente pero olvidable, con un historial de los que no hacía temblar a sus competidores. Como si eso no fuera suficiente, el día de la carrera el jockey titular de Sweet Kiss, un profesional con experiencia, se retiró a último minuto. ¿Problemas de salud? ¿Una resaca particularmente brutal? Nunca lo sabremos, pero el hecho es que el establo necesitaba a alguien que subiera al lomo del caballo.

Y ahí estaba Frank, el hombre que había pasado meses entrenando a Sweet Kiss. Conocía cada movimiento, cada peculiaridad, y quizás era la única persona en ese momento que realmente creía en el caballo. Así que, con más entusiasmo que sentido común, tomó las riendas, literalmente.

El jinete inesperado: del establo al escenario principal

Para un mozo de cuadras, esta oportunidad era algo así como que el técnico de un equipo de fútbol amateur fuera llamado a jugar en una final de la Champions League. No tenía el traje a medida ni el físico de un jockey profesional, pero sí una conexión casi mística con el caballo. Y aunque las probabilidades estaban 12 a 1 en contra, Hayes y Sweet Kiss estaban a punto de demostrar que, a veces, los improbables héroes pueden escribir las historias más memorables.

Lo que nadie sospechaba, ni siquiera el propio Frank, era que esta carrera no solo marcaría su debut, sino también su despedida… de este mundo.

Perdiendo peso como si no hubiera un mañana

Montar un caballo de carreras no es solo cuestión de habilidad; es también una batalla contra la báscula. Hayes, con su constitución más robusta, tuvo que someterse a una estricta dieta para alcanzar el peso reglamentario. Lo hizo en tiempo récord, pero, como descubriríamos más tarde, su corazón no estaba tan de acuerdo con esa decisión.


El día de la carrera: 12 a 1 en contra y un debut memorable

El 4 de junio de 1923, Belmont Park se llenó de espectadores. Nadie daba un centavo por Frank Hayes y Sweet Kiss, con unas probabilidades de 12 a 1 en contra. Pero como bien saben los apostadores, en ocasiones se cuela en la fiesta el candidato menos esperado.

Desde el principio, Sweet Kiss mostró una velocidad y determinación que nadie esperaba, y Hayes, a pesar de su inexperiencia en competencias oficiales, logró mantener al caballo en el camino hacia la victoria… o casi.


El drama en la pista

Sweet Kiss y Hayes lideraron la carrera con una ventaja impresionante. En el último obstáculo, el caballo incluso salió brevemente de la pista, probablemente porque Hayes ya no estaba «dando instrucciones». Pero con la tenacidad de un héroe improbable, Sweet Kiss regresó al curso y cruzó la meta en primer lugar, superando por una cabeza al segundo clasificado.

«¡Ganamos! Bueno, casi…»

La emoción de la victoria duró poco. Cuando la dueña de Sweet Kiss, la señora A.M. Frayling, se acercó para felicitar al jinete, notó algo extraño: Hayes no reaccionaba. Su cuerpo estaba rígido, y su cabeza descansaba sin vida sobre el cuello del caballo. Drama en el hipódromo.

El médico presente confirmó lo increíble: Frank Hayes había muerto durante la carrera. La autopsia reveló que un ataque cardíaco, probablemente causado por el estrés extremo y su rápida pérdida de peso, lo había dejado sin vida en la última parte del trayecto.


El desenlace: un campeón póstumo

Tres días después, Frank Hayes fue enterrado vestido con su uniforme de jockey, y se le declaró oficialmente ganador de la carrera. Esta fue la primera (y hasta ahora única) vez en la historia de Belmont Park que un jinete ganó estando muerto.

El destino de Sweet Kiss

Tras el incidente, Sweet Kiss fue rebautizado como “Sweet Kiss of Death” y nunca volvió a competir.


La historia de Frank Hayes en vídeo

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