La Operación Kreipe

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La operación Kreipe: un secuestro de película en las montañas de Creta.

La Segunda Guerra Mundial está llena de relatos que oscilan entre lo heroico y lo desgarrador, con un guion que parece sacado de la imaginación de un escritor de thrillers bélicos. Pero de vez en cuando, nos salen al encuentro historias que, sinceramente, podrían pasar por una comedia de humor negro. Británico.

La Operación Kreipe es uno de esos episodios: un plan tan intrépido como absurdo, diseñado por británicos con más valentía que sentido práctico que bien podría ser una película con David Niven de protagonista.

Así que, ponte cómodo y prepárate para un relato de espías, montañas, poesía en latín y sus buenas dosis de descaro sin complejos.


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Autor: El café de la Historia


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El contexto: Creta bajo el yugo nazi

Corría mayo de 1941 cuando la isla de Creta sucumbió ante la poderosa maquinaria de guerra alemana tras la Operación Merkur (Mercurio), una invasión aérea sin precedentes.

Esta ofensiva, la primera de su tipo a gran escala, resultó ser tan ambiciosa como costosa. Y aunque no es discutible que la victoria alemana se consiguió de manera fulminante, no es menos cierto que el precio fue descomunal: miles de paracaidistas nazis cayeron durante los combates, enfrentándose no solo a las tropas aliadas, sino también a los feroces resistentes cretenses, que usaron desde escopetas de caza hasta cuchillos de cocina para defender su isla.

La población local dejaron claro desde el principio que no iba a dar su brazo a torcer fácilmente. Y es que, aunque los nazis lograron tomar la isla, nunca llegaron a dominar del todo su espíritu indomable.

Bajo la ocupación, los cretenses seguían resistiendo de formas creativas y, en ocasiones, suicidas. Fue en este contexto donde un grupo de agentes aliados decidió idear un plan tan absurdo que bien podría haber sido rechazado por un editor de novelas de espionaje por «poco realista».

Una idea brillante… ¿o un suicidio anunciado?

¿Qué ocurre cuando juntas a un grupo de oficiales británicos con cierta inclinación por las aventuras de alto riesgo y un más que evidente desdén por la lógica?

Bingo, obtienes la Operación Kreipe.

Este plan consistía en secuestrar al general alemán Heinrich Kreipe, comandante de la guarnición nazi en Creta, y sacarlo de la isla como si estuvieran en una excursión dominical.

Porque, claro, secuestrar a todo un general alemán, ¿qué podría salir mal?

Spoiler: mucho.

La idea era simple sobre el papel, pero en la práctica se asemejaba más a un guion de película de espías de bajo presupuesto. En esencia, dos oficiales del Special Operations Executive (SOE), Patrick Leigh Fermor y W. Stanley Moss, junto con un grupo de partisanos cretenses, planeaban emboscar el coche del general Kreipe, capturarlo y luego atravesar las montañas de Creta hasta llegar a la costa sur, donde un barco aliado los recogería. Fácil, ¿no?


Creta bajo el control alemán

Con los británicos y sus aliados evacuados a lugares como Egipto, la isla quedó bajo el control nazi.

Desde ese momento, los cretenses empezaron a sufrir una ocupación brutal. Los alemanes no dudaron en emplearse a fondo con los resistentes a su presencia con represalias despiadadas contra los civiles, incluyendo ejecuciones masivas y la destrucción de pueblos enteros.

Lejos de amedrentarse, la resistencia cretense se organizó, respaldada por su conocimiento del terreno y una determinación inquebrantable.

La Operación Kreipe

Y, como si la situación no fuera lo suficientemente caótica, la Dirección de Operaciones Especiales (SOE) de los británicos decidió sumarse a la fiesta. Creada para realizar misiones de sabotaje y apoyo a movimientos de resistencia, la SOE era como el club de espías para quienes no encajaban en los moldes tradicionales. Sus agentes eran un grupo variopinto de aventureros, intelectuales y personas con una inclinación por lo poco convencional.

Entre sus filas estaba Patrick Leigh Fermor, un tipo que parecía salido de una novela de aventuras: escritor, políglota y amante de los disfraces, Leigh Fermor se había ganado el respeto de los cretenses al vivir entre ellos durante dos años, eludiendo a los nazis como si fueran inspectores de billetes en el metro. Durante ese tiempo, no solo esquivó la captura, sino que también se convirtió en un enlace clave entre los aliados y la resistencia local, aprendiendo a moverse con fluidez en la intrincada red de apoyo que los cretenses habían tejido para frustrar a los invasores.


El plan: ¡Secuestremos a un general!

Leigh Fermor, junto con el capitán William Stanley Moss, tuvo una idea que podríamos calificar como «ambiciosa»: secuestrar al general Heinrich Kreipe, comandante de la 22ª División de Infantería Aerotransportada alemana en Creta.

La Operación Kreipe

El plan original era capturar al general Müller, conocido por su brutalidad y apodado «El Carnicero de Creta». Sin embargo, cuando este fue reemplazado por Kreipe, un militar menos infame aunque igualmente peligroso, Leigh Fermor y Moss decidieron que un cambio de protagonista no iba a detener su película de espionaje.

¡El espectáculo debía continuar!

Show must go on!

El equipo no escatimó en detalles. Diseñaron un elaborado plan que incluía todo el pack: disfraces, identificaciones falsas, movimientos sincronizados , bocetos de planes b y muchos mapas.

Leigh Fermor, siempre creativo, dedicó tiempo a observar los hábitos del general Kreipe, incluidos sus trayectos diarios y horarios, mientras se confundía con los locales disfrazado de campesino.

Incluso disfrazado como un cretense más se acercó hasta Heraclion para inspeccionar de cerca el cuartel general nazi, arriesgándose a ser descubierto en cualquier momento.

El equipo contaba con el impagable apoyo de valientes miembros de la resistencia cretense, como Georgios Tyrakis y Emmanouil Paterakis, quienes con su profundo conocimiento de todos los recovecos de la islas fueron los encargados de proporcionar refugios seguros y coordinar la logística.

Pero la estrella del plan fue el propio Leigh Fermor, cuya habilidad para el disimulo, el disfraz y el engaño resultó crucial.

La Operación Kreipe

En un detalle casi cómico, durante los preparativos surgieron debates sobre qué llevar al secuestro. Leigh Fermor insistía en incluir no solo armas y documentos falsos, sino también una botella de raki y un cuaderno para tomar notas. “Nunca sabes cuándo vas a necesitar un trago o escribir un poema”, bromeó según relatos posteriores.

Un plan descabellado

La clave del plan era interceptar el vehículo del general Kreipe en un lugar apartado. Para ello, eligieron un punto en la carretera donde sabían que su objetivo pasaba todos los días al regresar a casa. Los agentes británicos, disfrazados de policías militares alemanes, debían detener el vehículo bajo el pretexto de un control de seguridad.

Una vez detenido, neutralizarían al conductor y secuestrarían al general, todo en cuestión de minutos. La precisión era crucial, ya que cualquier error podría desencadenar una persecución inmediata.

La Operación Kreipe

Con los detalles afinados y el coraje a flor de piel, el equipo estaba listo para ejecutar uno de los planes más audaces de la historia de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial.


Ejecución del plan: de disfraces y controles de carretera

El 26 de abril de 1944, disfrazados como policías militares alemanes, Leigh Fermor y Moss dieron el alto al coche del general Kreipe en un puesto de control improvisado.

El lugar había sido cuidadosamente elegido para minimizar la posibilidad de testigos y maximizar el factor sorpresa. Con la velocidad y elegancia de un mago sacando un conejo de la chistera, en cuestión de segundos tenían al conductor fuera de combate y al general sentado con ellos en el asiento trasero..

A partir de aquí, la historia se vuelve digna de una película de acción: Moss condujo el coche del general atravesando 22 controles de carretera nazis, con Leigh Fermor disfrazado de Kreipe y saludando con la formalidad y desdén característicos de un oficial nazi. Los soldados alemanes, acostumbrados a que Kreipe nunca respetara sus propias normas de seguridad, no sospecharon nada. Además, la actitud autoritaria de Leigh Fermor era tan convincente que incluso algunos soldados se cuadraron al verlo pasar. Porque, ¿qué puede ser más normal que un general rompiendo las reglas?

La Operación Kreipe

Un detalle curioso es que durante el trayecto, el grupo tuvo que improvisar respuestas en alemán para mantener las apariencias. Aunque Leigh Fermor tenía un dominio respetable del idioma, hubo momentos en que las respuestas eran deliberadamente bruscas para evitar conversaciones prolongadas. La estrategia funcionó, y el coche logró sortear cada control sin incidentes.


Una huida «tranquila» por las montañas

Una vez abandonado el coche, el grupo se internó en las montañas cretenses. Aquí es donde la historia adquiere un tono casi poético. Mientras huían, Kreipe recitó un pasaje de Horacio (“Vides ut alta stet nive candidum Soracte”), al que Leigh Fermor respondió completando el poema. Según el propio Fermor, fue un momento de conexión entre dos hombres que habían bebido de las mismas fuentes culturales, aunque uno estuviera secuestrando al otro.

Tras varias semanas de persecución y penurias, el grupo logró llegar a la costa sur, donde un barco aliado los recogió y los llevó a Egipto. La misión había sido un éxito rotundo.


El desenlace: propaganda, prisión y reencuentros

Para minimizar las represalias contra los cretenses, los británicos se aseguraron de que los nazis supieran que el secuestro había sido obra de comandos aliados. La BBC difundió la noticia, y la RAF lanzó panfletos sobre Creta. Kreipe, mientras tanto, fue trasladado primero a Canadá y luego a Gales como prisionero de guerra.

En 1947 fue liberado, y sorprendentemente, en 1972 aceptó aparecer en un programa de televisión griego junto a sus secuestradores.


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