Autor: El café de la Historia
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La URSS sienta en el banquillo a Dios
Estamos a 16 de enero de 1918 en la capital de la Unión Soviética y hoy va a empezar uno de los juicios más rocambolescos de la historia.
Hoy se somete a juicio ni más ni menos que a Dios.
Anatoli Lunacharski
El presidente del tribunal que lo va a juzgar es Anatoly Lunacharski, que también es el ideólogo de este juicio tan peculiar.
Juez y parte.
Anatoli Lunacharski no era un zote sin preparación alguna sobre el tema: Lunacharski era un dramaturgo, crítico literario y político además de un reputado estudioso de las religiones y de sus relaciones sociales y políticas.
A lo largo de su vida se había codeado con personajes de la talla de Rosa Luxemburgo, Máximo Gorki o Aleksandr Bogdánov y fue especialmente notoria su labor en acercar la cultura al pueblo a través de programas de alfabetización, mejoras en el sistema de enseñanza, e incluso se significó en la defensa de patrimonio cultural enfrentándose con los partidarios de la destrucción de determinados edificios que él protegió apelando a su valor histórico y arquitectónico.
También destacó en la protección y padrinazgo de artistas en diferentes campos culturales.
Pero Lunacharski tenía una misión y una obsesión: acabar con cualquier vestigio de religión en la Unión Soviética.
Desde su cargo como comisario de Instrucción Pública se dedicó a en cuerpo y alma a esta particular cruzada. Destruyó monasterios, montaba performances ridiculizando a los apóstoles, quemaba fotografías en público de Benedicto XV y otras ceremonias públicas.
Pero el episodio más alocado y estrambótico de toda esta guerra contra la religión fue, sin duda, fue el Juicio a Dios.
Lo curioso de Lunacharski, el hombre que mandó fusilar a Dios, es que años antes había escrito numerosos textos apelando a la necesidad de que el comunismo reconociera la importancia de la religión y procurara no ser muy hostil con ella.
De hecho, en su libro «Religión y socialismo» editado en 1908, dejó escrito que «socialismo implica la libertad de religión«, o «el socialismo une a los grupos ideológicos religiosos y seculares en la lucha por el proletariado; cualquier acción de mezclar el socialismo con fanatismo religioso o ateísmo militante son acciones que dividen al proletariado, un ‘divide y vencerás’ en manos de la dictadura burguesa«.
Cuando Lenin accede al poder se pronuncia de forma contraria con declaraciones como que «la religión es solo una fantasía nociva con la que los hombres se autoengañan» y que «debía ser destruida a cualquier precio«.
Y Lunacharski toma buena nota.
Volvamos a la sala.
Dios en el banquillo
La sala está completamente abarrotada de público y todo tiene la apariencia de un juicio normal pero si nos fijamos, en el banquillo de los acusados no hay nadie sentado; hay un ejemplar de la Biblia aguantando el chorreo que le está cayendo por parte de la fiscalía con una retahíla de acusaciones en las que se pedía su condena por graves atentados contra la Humanidad a lo largo de los tiempos aportando las correspondientes pruebas documentales.
Esa acusación la ejercía el pueblo ruso en nombre del resto de los habitantes del mundo.
Por su parte, la defensa hace su trabajo y basa su petición de absolución en «grave demencia y trastornos psíquicos» de su cliente según las cuales éste no es responsable de sus hechos al sufrir «problemas mentales».
El juicio duró cinco horas y el veredicto fue contundente: Dios era culpable de genocidio y crímenes contra la Humanidad.
El fusilamiento de Dios
Se le condenó a muerte y debía ser fusilado a primera hora de la mañana siguiente. Los abogados defensores no tendrían derecho a interponer ningún tipo de recurso ni establecer el más mínimo aplazamiento.
Y, efectivamente, al amanecer del día siguiente un pelotón llevó a cabo las órdenes del juez.
Pero… ¿Cómo se fusila a Dios?
Lunacharski, en esta performance aunó sus dos pasiones: el teatro y la religión, y el método escogido para ajusticiar al reo hay que reconocer que es insuperable:
Disparando ráfagas de ametralladora apuntando al cielo moscovita a las seis y media de la mañana.
Supera eso, Nietzsche.
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Sin palabras. Me he quedado sin palabras!
La capacidad de sorpresa con estos rusos es infinita…
Le queda bien su apellido
soy nueva en este mundillo de los blogs, aunque una apasionada de la historia y en mayor medida del siglo XX y lo cierto es que el artículo me ha gustado mucho pero lo que mas me ha gustado y sorprendido es un blog de estas características, mis sinceras felicitaciones!
Gracias siempre aprendo algo nuevo