Imagínese vivir en un lugar tan pequeño que todos los habitantes se conocen, donde la tranquilidad reina y los problemas más grandes suelen ser si el panadero llegó tarde, ese pedido de enanos de jardín que se demora o si nevó este invierno más de lo habitual.
Ahora imagine que ese mismo lugar se convierte en una atracción turística internacional.
Pero no por su belleza, su historia o su gastronomía, sino por su nombre.
Así es la vida en Fucking, el pueblo austriaco cuya fama a nivel mundial viene acompañada de un título difícil de llevar.
Fucking, la vida entre bromas, turistas y robos nocturnos
Ubicado al norte de Salzburgo, Fucking es un pintoresco pueblo austríaco con alrededor de 100 habitantes. Pero no deje que su tamaño le engañe: lo que a Fucking le falta en población, lo compensa en notoriedad.
Desde hace décadas, su nombre va indisolublemente unido una oleada de chistes, risas y bromas, especialmente entre los turistas angloparlantes.
La historia de Fucking se remonta al año 1070, cuando comenzó a aparecer en registros históricos con variantes como Funcingin o Fukching. Sin embargo, el nombre actual no tiene ninguna relación con el verbo inglés que provoca todas esas chanzas entre los turistas; en realidad, deriva de un noble germánico del siglo VI llamado Focko.

En alemán antiguo, «Fucking» se traduciría como «habitantes de Focko».
Pero claro, intente explicárselo a ese grupo de turistas británicos que están en el pub de Fucking y que van por la quinta ronda de pintas.
Pintas calientes; son ingleses.
La maldición de los letreros: souvenirs involuntarios
No importa si eres británico, estadounidense o simplemente tienes un sentido del humor infantil: ver un letrero que dice «Welcome to Fucking» es un imán irresistible para fotos, bromas y, en algunos casos, actos vandálicos.

Ya desde la Segunda Guerra Mundial, cuando soldados angloparlantes descubrieron el pueblo, los robos de señales de tráfico se convirtieron en una especie de deporte internacional y una maldición para las autoridades.
En una sola noche, los residentes reportaron que se llevaron los cuatro letreros cardinales del pueblo. Las autoridades locales decidieron reforzar los nuevos avisos con hierro y cemento, asegurándolos al suelo como si fueran reliquias sagradas.
Aun así, los intentos de robo no cesaron, porque si algo ha aprendido la humanidad en miles de años de evolución es que el ingenio para hacer el memo y cometer tonterías no tiene límites.
Turistas: de lo divertido a lo molestamente escandaloso
El turismo en Fucking es un fenómeno peculiar.
Mientras otras localidades cercanas como Salzburgo atraen visitantes por la casa de Mozart o Braunau por ser la ciudad natal de Hitler, Fucking atrae turistas por razones… menos culturales.
Es común ver a turistas angloparlantes posar junto a los letreros con sonrisas mal disimuladas, mientras berrean «¡Mira, estoy en Fucking!».

Sin embargo, hay quienes llevan la broma demasiado lejos. Según los residentes, no faltan las parejas que aprovechan la oscuridad de la noche para mantener relaciones sexuales debajo de los letreros mientras alguien toma fotos para inmortalizar el momento.
¿Romántico? Pues no sabríamos decir….
¿Perturbador para los vecinos? Va a ser que sí.
Los Fuckingers y su paciencia al límite
A pesar de todo, los Fuckingers (así se llama oficialmente a los habitantes) han soportado décadas de bromas y vandalismo. Durante mucho tiempo, defendieron el nombre de su pueblo argumentando que es una parte importante de su historia y su identidad.
Sin embargo, la paciencia tiene un límite, y en los últimos años ha crecido el apoyo para cambiar el nombre del pueblo a algo menos… provocador.

Entre las propuestas destacó «Fugging», una variante que mantiene cierto parecido al nombre original sin despertar tantas tonterías por parte de los turistas.
Una votación en 2020 finalmente decidió el cambio de nombre, aunque el proceso no estuvo exento de debates.

Algunos vecinos veían en el nombre una oportunidad para el turismo (e incluso para el comercio), mientras que otros solo querían volver a disfrutar de la tranquilidad de su villa.
«I Love Fucking»: el idea que no despegó
No todos en Fucking veían su nombre como una maldición. Josef Winkler, un habitante emprendedor, intentó transformar la molesta notoriedad en un negocio.
Su idea: vender camisetas con frases como «I Love Fucking» o «Fucking is the best».
A pesar del interés inicial, el proyecto no despegó, quizá porque muchos turistas preferían llevarse algo más «auténtico»… como un letrero del pueblo.
Si nuestras historias son de su agrado, tienen tres maneras de seguirnos:
REDES SOCIALES
1. Pueden seguirnos en cualquiera de nuestras redes
NOTIFICACIONES PUSH
2. Pueden activar los avisos de publicación de nuevo artículo
NEWSLETTER SEMANAL
3. Suscribirse a nuestro boletín. Es gratis, sin spam.
Sólo un aviso SEMANAL con los artículos nuevos en su bandeja de correo


EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados/Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados