Leyendas e historia del café
No hay unanimidad sobre el origen exacto del café como líquido estimulante, aunque muchas teorías apuntan a que la bebida se origina por primera vez en Etiopía.
Existe una leyenda, posiblemente sólo una leyenda indemostrable, sobre la persona que descubrió el café.
Se trata de Kaldi, un pastor de cabras de la actual Etiopía que en el siglo IX observó como su rebaño se «estimulaba» cuando comía unos frutos rojos de un arbusto en concreto. El mismo Kaldi los probó y experimentó esa sensación revitalizante.
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Excitado por los efectos los llevó a un monasterio cercano para que los probara el clérigo jefe y éste, escandalizado, los arrojó al fuego. Los granos al tostarse en la hoguera inundaron la estancia de un fascinante olor, alguien los sacó del fuego, los diluyó en agua caliente con sal y he aquí la primera taza del café del mundo.
Leyenda de Kaldi aparte, los primeros datos históricos nos llevan unos cientos de kilómetros al otro lado del Mar Rojo, a Yemen, y más concretamente a Moca, ciudad portuaria al suroeste del país.

De ahí la apreciada especialidad Moca.
El café llega al Viejo Mundo
El café llega a Europa a través de los mercaderes venecianos y aparece descrito por primera vez en un libro en el año 1583 por el botánico alemán Léonard Rauwolf.
«Café» proviene de la palabra turca kahve, que, italianizado, ha acuñado el término que ha llegado hasta nuestros días.
Desde el momento de su llegada a Europa tuvo mejor acogida en los países más meridionales que en el norte protestante, donde fue muy cuestionado hasta bien entrado el siglo XIX.

El bautizo del café
En el sur también tuvo sus detractores ya que la curia católica lo consideraba una bebida satánica, además de acusar al café de querer sustituir al vino que, simbólicamente representa la sangre de Cristo, y en su biografía se cuenta que el Papa Clemente VIII lo quiso probar, quedó inmediatamente fascinado y pronunció las siguientes palabras:
«Esta bebida de Satanás es tan deliciosa, que sería una lástima dejar a los infieles la exclusiva de su uso. Vamos a chasquear a Satanás bautizándola y así haremos de ella una bebida auténticamente cristiana«.
Y para acabar de una vez con todas con el dilema, lo bautizó para que fuese aceptado sin problemas morales por los católicos. Y así hasta hoy.
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Gustavo III contra el café
Como ya hemos mencionado, en el norte de Europa fueron más reacios por varias razones a la generalización de café.
Pues nos vamos a Suecia a conocer lo que se bautizó para la historia como «El experimento del café de Gustavo III».
Gustavo III fue un rey absolutista del siglo XVIII que gobernó Suecia entre 1771 y 1796.
El rey odiaba el café tanto como recelaba del té e intentó moderar el consumo en su reino nada más llegar al trono a través de leyes que gravaban la bebida con impuestos exagerados que, en caso de impago, conllevaban la confiscación de tazas y platos.
Cosas similares ya se habían hecho en todos los países de la órbita protestante.
Con estas medidas no consiguió su objetivo de moderar la ingesta del brebaje y procedió a prohibir totalmente que se consumiera café en Suecia. Tampoco logró grandes resultados así que decidió tomar otro rumbo en su cruzada anti-café.
El experimento del café
Gustavo III estaba convencido de que el té era dañino para el consumo humano y que el café era directamente un veneno que acortaba la vida del que lo consumía, y para demostrarlo encargó un estudio muy peculiar apoyado por una comisión de expertos y médicos creada para tal fin.
Para el experimento se reclutaron a dos presos condenados a muerte. Algunas fuentes afirman incluso que se trataba de dos hermanos gemelos.
Les conmutó la pena de muerte a cambio de participar en el «ensayo clínico» consistente en alimentarse de la misma dieta con la diferencia de que uno debía beber cada día cantidades ingentes de café, y el otro la misma cantidad de té: tres cazos diarios.
1711, empieza el experimento del café
El experimento dio comienzo en 1771 y dos médicos se encargaban exclusivamente de supervisar del estudio y redactar los correspondientes informes periódicamente para el monarca.
Y pasaron los años con los dos presos engullendo cantidades tremendas de las diferentes infusiones sin que se apreciasen diferencias significativas en el estado de salud de ninguno de los dos.
Primero murieron los dos médicos supervisores por causas naturales.
Más tarde falleció asesinado el propio rey víctima de una conjura que inmortalizó el mismísimo Giuseppe Verdi en su óperaUn ballo in maschera, aunque tuvo que lidiar con la censura y cambiar al rey Gustavo por el gobernador Riccardo y Suecia por el Boston colonial del último tramo del siglo XVII.
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El siguiente fue el preso que bebía té a la edad de 83 años.
Y el último en fallecer de todos los implicados en este peculiar experimento, cuando los trabajadores de la prisión ya ni recordaban los motivos de su extraña dieta, ni quién la había ordenado, y ni mucho menos quién era aquel preso ni la razón por la cual estaba cautivo fue…
¡El bebedor de café!
Suecia y el café tras el experimento
Al fallecer todos los implicados, el peculiar ensayo clínico cayó en el olvido pero tras años de prohibiciones, ya entrado el siglo XIX, se levantaron las restricciones sobre el consumo en Suecia y hoy en día es el sexto país del mundo en consumo de café con una media de 7,2 kilos por persona al año.
En la actualidad, es ceremonia obligada en Suecia la fika, una especie de rito social muy arraigado en la cultura de este país nórdico similar al del té de la seis británico, que consiste en una pausa que no tiene un horario fijo pero que forma parte de la jornada laboral, basada en tomar un café, comer unos dulces y charlar. Y puede haber muchas fikas al día.
Hoy cada sueco consume una media de dos tazas de café al día, un hecho que, sin duda, enfurecería a Gustavo III si levantase la cabeza.
«Claro que el café es un veneno lento; hace cuarenta años que lo bebo.» Voltaire.
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