Autor: El café de la Historia
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Introducción: Manuel José de Frutos, el emigrante menos esperado
¡Ah, Segovia! Tierra de cochinillo, acueductos y, al parecer, pioneros en la globalización del siglo XIX. En 1811, nacía en Valverde del Majano un hombre cuyo destino iba a ser tan excéntrico como inesperado: Manuel José de Frutos. Este comerciante de lana, hijo de un vendedor y una panadera, no tenía ni idea de que acabaría en Nueva Zelanda, casado con cinco mujeres maoríes, con una prole que hoy supera los 20.000 descendientes.
Y es que cuando el “amor” y el espíritu emprendedor se combinan con un ballenero británico y un par de decisiones cuestionables, el resultado es nada menos que un clan maorí llamado Paniora (“los españoles”). Así que prepárate para un viaje lleno de ironía, amor por las tradiciones y, claro, algo de desinformación cultural al más puro estilo globalizado.
La huida al fin del mundo: ¡Bye bye Segovia, hello Aotearoa!
Manuel José podría haber seguido una vida tranquila en su Segovia natal, pero el tipo era de los que no se conforman con hornear pan o vender lana. En 1833, con el deseo de aventuras, terminó en Perú y, tras unas cuantas casualidades, embarcado en el ballenero británico Elizabeth. Su destino final: Nueva Zelanda, una tierra donde los corderos superan en número a las personas y los nombres de los lugares son imposibles de pronunciar sin torcerte la lengua.
Según la leyenda (y un poco de imaginación colectiva), Manuel José se escondió bajo las faldas de una maorí para evitar regresar al barco. Y con eso, dejó atrás no solo su tripulación, sino también su pasaporte europeo a una vida más ordinaria. ¿Qué encontró en Nueva Zelanda? Cinco esposas, un clan entero y un legado que aún da para festivales y debates políticos.
Paniora: el clan más español de Nueva Zelanda
El clan Paniora nació de la creatividad (y el romanticismo implacable) de Manuel José. Integrado en la tribu Ngati Porou, no solo adoptó sus costumbres, sino que también las condimentó con algo de españolidad. El resultado fue un clan con un escudo propio, banderas de España ondeando en la Isla Norte y una fiesta anual del Día de la Hispanidad que haría que hasta Cervantes se sintiera orgulloso.
Dato curioso: Los Paniora tienen un escudo que incluye un castillo y una rama de olivo. ¡Vaya mezcla de Game of Thrones con turismo rural segoviano!
Cinco esposas, 9 hijos y un árbol de olivo
Manuel José no era precisamente discreto. Se casó con cinco mujeres maoríes (Te Herekaipuke, Kataraina, Mihita Heke, Uruhana y Maraea) y tuvo 9 hijos. Con ellos llegaron 41 nietos, 299 bisnietos y, actualmente, alrededor de 20.000 descendientes. Este hombre no solo plantó un árbol genealógico, sino también un olivo que todavía sigue en pie como testigo de su legado.
El negocio de Manuel José: de la lana a la diplomacia intercultural
El español no perdió el contacto con los europeos. Abrió una tienda en Port Awanui y amasó una pequeña fortuna, solo para que los ingleses se la quitaran tras la Guerra de las Tierras. Pero, como buen segoviano, nunca perdió el espíritu de lucha. Su familia sigue peleando por recuperar esas tierras, porque si hay algo que se hereda, además de los ojos verdes y el carisma, es la perseverancia.
La influencia española: ¿flamenco en Nueva Zelanda?
Los Paniora celebran su herencia española con toros (sin toros), vestidos de flamenca (porque, ¿por qué no?) y sombreros mexicanos que, aunque no sean españoles, tienen ese aire internacional que da el desconocimiento. Desde 1981, Tikitiki es el lugar de encuentro para una fiesta donde el jamón serrano brilla por su ausencia, pero el espíritu español nunca falta.
El reencuentro con Segovia: de Valverde del Majano al tótem maorí
En 2006, una delegación de Paniora viajó a Segovia para conectar con sus raíces. Fue un encuentro digno de una película de comedia: maoríes vestidos de rojo y amarillo, habitantes de Valverde intentando explicar que no todos los españoles bailan flamenco, y un rey Juan Carlos sonriendo para las fotos.
Como recuerdo, se levantó un tótem maorí con piedras de jaspe neozelandés. Porque si algo une a España y Nueva Zelanda es el amor por los monumentos insólitos.
Conclusión: El legado de un aventurero singular
Manuel José de Frutos no fue solo un emigrante; fue un visionario, un amante empedernido y, sobre todo, un ejemplo de cómo la identidad puede reinventarse. Su historia es un recordatorio de que los lazos culturales son tan fuertes como los queremos hacer, y que incluso en la otra punta del mundo, España puede estar presente… aunque sea con un sombrero de charro y un vestido de flamenca.
Así que, cuando pienses en globalización, no olvides a Manuel José, el segoviano que conquistó corazones, tierras y, de paso, fundó un clan que sigue bailando entre dos mundos.
Los Paniora «el clan español de Nueva Zelanda»
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