El «Passo Honroso» de Suero de Quiñones
¡Atención, damas y caballeros! Prepárense para adentrarse en una de las historias más pintorescas y teatrales de la España medieval: el Passo Honroso de Suero de Quiñones, un evento que parecería sacado de una novela de caballerías de esas que sorbían el seso a Don Quijote, pero que, sorprendentemente, sucedió de verdad. Si alguna vez pensaron que los torneos medievales eran cosa de ficción o un capricho de Hollywood, aquí les traemos una historia real que incluye amor cortés, justas a lanza partida y, por supuesto, mucho drama y mucha testosterona.
Autor: Fernando Muñiz – El café de la Historia
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Una gesta de amor, lanzas y algo de teatro
Un caballero con argolla y sin complejos
Esta historia comienza en el año 1434, cuando un caballero leonés llamado Suero de Quiñones decide que la mejor manera de resolver su «prisión de amor» es desafiando a quien se atreva a cruzar el puente de Hospital de Órbigo, en pleno Camino de Santiago. Suero llevaba años «encadenado» por una argolla de hierro al cuello, símbolo de su devoción a una dama cuyo nombre no consta que estuviese inscrito, pero que bien podría haber sido «Doña Difícil».
Cansado de su situación amorosa, decidió tomar cartas en el asunto.
Su plan: organizar un «fecho de armas», o lo que podríamos llamar una espectacular feria medieval de combates con un objetivo claro: enfrentarse a todo aquel valiente que intentara cruzar el puente durante un mes entero.
¿La recompensa? Liberarse de su argolla de hierro y, quizá, ganarse el corazón de su dama.
Entre justas y drama real
Suero no estaba solo en esta empresa. Reunió a nueve caballeros mantenedores, que fueron sus compinches en esta cruzada caballeresca. El evento, celebrado entre el 10 de julio y el 9 de agosto de 1434, fue cuidadosamente autorizado por el rey Juan II de Castilla y contó con el respaldo de nada menos que Álvaro de Luna, el todopoderoso Condestable de Castilla.
Vamos, que era un evento de altos vuelos.
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Las reglas eran claras: todo aquel que quisiera cruzar el puente tenía que enfrentarse a los caballeros mantenedores. Los combates eran a caballo, con lanza y un reglamento digno del manual de instrucciones de la estantería FJÄLLBO, pero en latín.
El objetivo final era partir 300 lanzas, aunque según los cronistas solo llegaron a romper unas 200, quizás algunas pocas más. Aún así, el esfuerzo fue suficiente para que los jueces declararan cumplida la penitencia de Suero.
¿Qué hay de amor?
Pero claro, estamos en el siglo XV y no podía faltar el toque de «amor cortés». Los caballeros no solo luchaban por gloria, sino también por impresionar a sus damas, quienes a menudo lucían orgullosas los jubones ensangrentados de sus campeones como si fueran trofeos de guerra.
Aunque Suero finalmente se casó con Leonor de Tovar en 1435, los historiadores aún debaten si ella era realmente la dama «cuyo yo soy» por la que tanto luchó.
¿Un poco de misterio romántico? Que no falte.
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Los rivales: héroes o aventureros
Durante el mes que duró el Passo, un total de 68 caballeros intentaron cruzar el puente, enfrentándose a Suero y su grupo. Imaginen la escena: peregrinos y guerreros en el Camino de Santiago, preguntándose si habían colocado un peaje y por qué demonios tenían que luchar para cruzar un simple puente.
Algunos lo vieron como un reto, muchos como una molestia, pero todos participaron en este espectáculo de honor, sudor, sangre y testosterona.
¡Que suenen las trompetas!
Tras cumplir su misión, Suero fue declarado libre de su argolla. Como buen caballero medieval, dio las gracias a Dios en la Catedral de León, donde se celebraron grandes fiestas. Posteriormente, peregrinó a Santiago de Compostela, dejando como ofrenda un brazalete de oro al relicario del santo.
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El final trágico de un caballero
Pero no todo fue gloria en la vida de Suero. En 1458, fue asesinado en un ajuste de cuentas en Barcial de la Loma por los escuderos de Gutierre de Quijada, quien aparentemente nunca olvidó los agravios del Passo Honroso.
El caballero que buscaba el honor y el amor acabó encontrando un destino trágico, pero su historia quedó inmortalizada llegando hasta nuestros días.
El legado del Passo Honroso
La gesta de Suero de Quiñones se conserva gracias al manuscrito del escribano real Pedro Rodríguez de Lena, con copias que se guardan en lugares como el Monasterio de El Escorial. También fue adaptada por el franciscano Juan de Pineda en 1588, quien, dicho sea de paso, no se resistió a añadir su propia «salsa» al relato.
Hoy, el Passo Honroso es recordado como un ejemplo del espíritu caballeresco y la teatralidad medieval. Su puente sigue en pie en Hospital de Órbigo, testigo mudo de una historia que mezcla amor, honor y, ¡muchas lanzas rotas!
- Lena, Pedro Rodríguez de(Autor)
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