Saltar al contenido
INICIO » ¡El milenarismo va a llegar! La noche que Arrabal dinamitó la televisión a base de chinchón y existencialismo

¡El milenarismo va a llegar! La noche que Arrabal dinamitó la televisión a base de chinchón y existencialismo

Todo comenzó como empiezan las grandes tragedias y las sobremesas más incómodas: con una copa a destiempo y un tema de conversación que nadie supo manejar.

Lo que debía ser un programa cultural sobre el final del milenio se convirtió, en cuestión de minutos, en un despropósito histórico, una joya del absurdo televisado y un monumento a la televisión pública más valiente (o más inconsciente) jamás emitida.

Estamos hablando de «El mundo por montera», y del día en que Fernando Arrabal, descalzo, eufórico y evidentemente tocado por las musas de la destilación, nos regaló una frase inmortal:

«¡El milenarismo va a llegar!»

Contexto: televisión pública en estado lisérgico

Corría el año 1989. En un plató que parecía más una sobremesa con pretensiones filosóficas que un espacio de debate académico, Fernando Sánchez Dragó ejercía de maestro de ceremonias. Los invitados de aquella emisión del 6 de octubre fueron André Malby, Félix Gracia Plou, Antonio López Campillo, Luis Maggi, Mario Satz e Isidro Juan Palacios. Y Fernando Arrabal.

El programa «El mundo por montera» era un producto indefinible y ambiguo, algo entre el ritual circunspecto y la taberna ilustrada.

Aquel programa en particular, se anunciaba como una tertulia para debatir los augurios del nuevo milenio, un tema lo suficientemente amplio como para incluir desde el Apocalipsis de San Juan hasta la discografía de Jean-Michel Jarre. Pero a TVE no se le ocurrió mejor idea que invitar a Fernando Arrabal, autor pánico, dramaturgo inclasificable y personaje con fama de… digamos… inestabilidad creativa.

Arrabal entra en escena: ni sobrio ni discreto

Desde el primer segundo quedó claro que algo no iba bien. Arrabal apareció descalzo, con un vaso en la mano y una mirada en la que danzaban a la vez Baco, Charles Bukowski, Rimbaud y un borrachín de plaza mayor de capital de provincias.

Lo que llevaba en el vaso no era agua —aunque él mismo, años más tarde, afirmaría entre risas que fue un error del servicio de bebidas— sino chinchón, un aguardiente capaz de devolver la memoria a una piedra de molino.

Al poco de sentarse, Arrabal comenzó a hablar. O mejor dicho, a declamar, interrumpir, divagar y caerse. Se tambaleaba entre la mesa y la silla, como un péndulo del caos. En una de las escenas más recordadas, se encarama sobre una mesa baja del plató, obligando a alguien a sujetarla con sus propias manos para evitar una catástrofe en directo.

Fernando Arrabal - El milenarismo va a llegar
Arrabal, antes muerto que sencillo

Mientras tanto, el resto de los invitados trataban de mantener la compostura. Uno recibió besos. Otro, interrupciones.

Todos, la experiencia compartida de estar en un lugar del que nadie sabía cómo escapar sin parecer grosero.

El momento cumbre: la profecía: ¡El milenarismo va a llegar!

Y entonces, sucedió.

Con el rostro encendido, la voz quebrada y un dedo levantado hacia algún punto impreciso del universo, entre Orión y Raticulín, Arrabal proclamó la sentencia que marcaría su vida mediática para siempre:

¡El milenarismo va a llegar!

Fernando Arrabal

Lo dijo varias veces. Con y sin cojones. Con y sin mineralismo.

Lo dijo con el tono y la convicción de un profeta bíblico pasado de chinchón de 42 grados, como si acabara de recibir una revelación directa desde los confines de la metafísica, más allá de la cuenca del Tajo-Jarama.

Fernando Arrabal - El milenarismo va a llegar
Fernando Arrabal, fase besucona

El término «milenarismo», que por aquel entonces sonaba más a secta que a corriente teológica, empezó a circular como un virus cultural. No importaba que nadie supiera muy bien qué significaba. Lo importante era cómo lo decía Arrabal, esa mezcla de urgencia cósmica susurrada entre vapores de alta graduación y resaca visigoda anticipada.

Sánchez Dragó: la paciencia de un maestro zen

En medio de la tormenta, Fernando Sánchez Dragó se mantuvo en su papel. No perdió la compostura, aunque sí, posiblemente, las ganas de seguir viviendo y que aquella pesadilla delirante acabase cuanto antes.

Le pidió que no se sentara en la mesa (“Fernando, te vas a cargar la mesa”), que se explicara mejor (“No se te entiende nada”), que respetara a los demás (“Deja hablar a la minoría silenciosa”), e incluso que se comportara (“Siéntate aquí, sé bueno”).

Pero nada, Arrabal parecía estar muy lejos de allí como para poder escucharle.

La escena era tan absurda que rozaba el arte conceptual. Y lo era aún más porque Dragó no cortó la emisión. No pidió disculpas. Dejó que fluyera, como un documental sobre el caos con comentarios en directo.


Fernando Arrabal - El milenarismo va a llegar
El rizomade los replantaos es como el del lirio común…

Fue televisión en estado puro: lo inesperado, lo incómodo, lo inolvidable.

El legado: de la infamia al culto

En los años siguientes, el fragmento fue rebuscado en archivos, grabado en cintas, compartido en foros y, por supuesto, resucitado con la llegada de YouTube. Hoy, la escena vive una segunda juventud como meme eterno, esa forma moderna de inmortalidad digital.

El “milenarismo va a llegar” se ha colado en camisetas, playlists de humor, recopilaciones de momentos vergonzosos y homenajes irónicos.

Y si bien Arrabal atribuyó todo a una confusión —“pedí agua, me dieron chinchón”—, lo cierto es que fue un momento de pura espontaneidad genial, de esos que solo pueden surgir de la alquimia entre una televisión menos domesticada, un presentador con nervios de acero y un invitado completamente desinhibido.

El día después: escándalo, amenaza de veto y dimisión frustrada

La resaca mediática fue mayúscula. RTVE, que no sabía muy bien si había emitido arte vanguardista o una borrachera pública, pidió a Dragó que no volviera a invitar a Arrabal. Sánchez Dragó se negó, presentó su dimisión y amenazó con largarse si vetaban al dramaturgo. La cosa se resolvió sin despidos ni hogueras públicas, pero quedó clara una cosa: aquella noche había cambiado algo en la relación entre cultura y televisión.

En una entrevista posterior, Dragó confesó con una media sonrisa marca de la casa que aquel fue, a su juicio, el mejor programa de televisión de la historia. No por su contenido, que era más bien inexistente, sino por lo que logró: mostrar la fragilidad del formato, la imprevisibilidad del directo, y la humanidad —tan absurda como tierna— de sus protagonistas.

El milenarismo, por si acaso

Ahora la pregunta del millón…. ¿Y qué era el milenarismo, en realidad?

Pues una doctrina que anticipa un periodo de transformación radical del mundo, generalmente con tintes apocalípticos, tras el cual vendrá una era de paz y justicia. En el cristianismo, se asocia con el reinado de mil años de Cristo sobre la Tierra.

Pero, sinceramente, a nadie le importaba eso aquella noche. Ni siquiera a Arrabal.

Él decía que había venido a hablar del milenarismo, sí.

Pero acabó hablándonos, sin querer, de la televisión del directo, del despropósito y del genio embriagado sin filtros y parlanchín que escapa sin remedio.

Y eso, al final, es mucho más interesante.

El milenarismo va a llegar: los momentos destacados

El milenarismo va a llegar

Arrabal (descalzo y claramente alterado):

“¡Hablemos del milenarismo! ¡Hablemos del milenarismo! ¿Por qué no hablamos del milenarismo? ¡Es lo que hay que hablar!”

(Arrabal interrumpe a otro contertulio, gesticulando y apuntando hacia el aire):

“Hablamos de mineralismo, cojones, ya. ¡Mineralismo! ¡Que se vayan todos a la mierda!”

(Tras levantarse y caminar descontroladamente por el plató):

“¡Deja hablar a la minoría si… si… silenciosa! ¡Qué no me dejáis hablar! ¡Es que no me dejáis hablar!”

(Se tambalea y se cae casi de la mesa, con el técnico sosteniéndola):

“¡Ah, ah! Que me voy a caer… Fernando, Fernando, déjame que me caiga… ¡Voy a caer, voy a caer!”

(Sigue con frases desconectadas mientras se recuesta sobre la mesa):

“El milenarismo va a llegar. El milenarismo… ¡va a llegar! Que os lo estoy diciendo…”

(En un momento de confusión, ya con el pantalón subido hasta las rodillas y un vaso en la mano):

“No me dejáis hablar, ¡no me dejáis hablar! ¡Si os lo estoy diciendo yo! ¡El milenarismo va a llegar!”

(Vuelve a repetir, ya en tono más enfadado y con el ambiente completamente fuera de control):

“¡Que esto se va a acabar! ¡Que va a acabar todo! ¡El milenarismo!”

Si te ha parecido interesante este artículo, seguramente te gustará este otro

El café de la historia - Boemerang

Boemerang, Erik Hartman, un ataque de risa fuera de control y un sketch inmortal


Productos relacionados

En oferta¡Recomendado!
Pic-Nic; El triciclo; El laberinto (Letras Hispánicas)
  • Used Book in Good Condition
  • Arrabal, Fernando (Author)
En oferta¡Recomendado!
En oferta¡Recomendado!

El mundo por montera, 1989, programa completo

El milenarismo va a llegar…

Fuentes

  1. Rtve
  2. El País
  3. YouTube

REDES SOCIALES


NEWSLETTER SEMANAL

Suscríbanse a nuestro boletín. Es gratis, sin spam.

Sólo un aviso SEMANAL con los artículos nuevos en su bandeja de correo

¿Te enviamos los artículos al correo?

La manera más cómoda de no perderte ningún nuevo artículo

Sin spam, sólo las novedades en tu bandeja de correo


El café de la Historia

FERNANDO MUNIZ Autor.jpg 3

EL AUTOR

Fernando Muñiz

Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

Sello Finalista Categoria Ciencia El Cafe De La Historia

Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados/Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados

EL CAFÉ DE LA HISTORIA ¿Nos dejas avisarte cuando publiquemos nuevos artículos? Sí, por favor, quiero estar al día de nuevos artículos No, ahora no