Autor: El café de la Historia
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La misión del señor Shields
«La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido».
Esta frase de Gabriel García Márquez podría ser la consigna motivacional de cabecera de Robert Shields, un señor estadounidense que un día decidió emprender una peculiar cruzada contra el olvido de la mejor manera que se le ocurrió: escribiendo un diario.
Pero no se trata de un diario cualquiera, sino no estaríamos hoy, a catorce años de su fallecimiento, hablando del señor Shields. Nos estamos refiriendo al diario más largo, completo, exhaustivo y detallista del que jamás ha habido noticia.
El diario de Samuel Pepys
Hasta que Shields se puso manos a la obra con su mastodóntica obra, se consideraba que el diario de Samuel Pepys era el más completo de la historia.
Por si no tienen el gusto, a modo de pincelada para una mejor ubicación del personaje, Pepys fue un político y escritor inglés del siglo XVII que entre 1660 y 1669 escribió un exhaustivo diario en el que, gracias a su combinación entre los avatares de su vida personal y los acontecimientos que le tocó vivir en primera persona, se ha convertido en una fuente valiosísima de información de aquellos años, destacando en sus más de seiscientas páginas aspectos relacionados con el reinado de Carlos II, la relación personal de Pepys con su sucesor en el trono Jacobo II, y otros sucesos importantes que el autor vivió de primera mano tales como la epidemia de peste de 1665 y el gran incendio de Londres un año después.
Y ahora sigamos con nuestro protagonista.
Robert Shields, diario de una obsesión
Robert Shields nace en 1918 en el estado de Indiana y en 1942 es ordenado ministro de una iglesia baptista, se casa en 1960 y tiene tres hijas, ejerce de profesor y lleva una vida relativamente normal hasta que en 1972 toma una firme decisión: escribir un diario con todos los detalles de su vida.
Cuando decimos todos los detalles, nos referimos a todos.
Así, durante veinticinco años, de 1972 a 1997, escribe cada una de las insignificancias de su existencia con una perseverancia casi obsesiva que roza peligrosamente con la chifladura.
Un método obsesivo
El espartano método que siguió a rajatabla durante estos cinco lustros era dividir el día en pequeños periodos de unos pocos minutos y escribir cualquier cosa que le hubiese pasado en tan corto espacio de tiempo: pensamientos íntimos, sus lecturas, asuntos banales, rituales higiénicos, la temperatura exterior, micciones, tomas de presión arterial, los platos que comía y cocinaba, molestias físicas, sus conversaciones familiares, el vecino que llama para pedir sal, un camión de bomberos pasando por el vecindario. Insistimos, TODO.
Por las noches se imponía espacios de máximo dos horas para poder recordar los sueños, y describirlos con el máximo detalle. Además, evitaba viajar ya que eso le supondría un contratiempo en la confección de su gran obra.
Y así estuvo, dedicado en cuerpo y alma a su obra magna, durante veinticinco años, hasta 1997, año en el que sufrió un infarto que le imposibilitó seguir con sus rituales y el diario se ve forzosamente interrumpido.
Shields fallece finalmente en 2007, y el resultado de su obsesión es legado a la Universidad de Washington, entidad que custodia los originales escritos a máquina, bajo la condición que no se pueden hacer públicos hasta pasados cincuenta años de la muerte del autor.
Un legado de 37 millones de palabras
Shields, descrito por sus familiares como un hombre terco y pertinaz, también donó pelos de su nariz para futuros estudios de ADN, y su idea era que las generaciones futuras pudieran reconstruir cómo era la vida de una persona de su tiempo para así poder estudiar con el máximo detalle la sociedad que le tocó vivir.
Habrá que esperar hasta 2057 para ver si alguien se interesa en publicar los papeles contenidos en las casi cien cajas en las que se guardan las más de treinta y siete millones de palabras que Shields legó para la posteridad. El equivalente a casi cincuenta Biblias.
Aunque, como ya hemos mencionado, el legado no verá la luz hasta dentro de muchos años, hay unos pocos fragmentos que sí se han hecho públicos, y que reproducimos a continuación para poder dar una idea de la abrumadora cantidad de información que se encontrarán los sociólogos del futuro cuando puedan acceder al contenido de las cajas.
Ejemplos de entradas en el diario
Lunes 18 de abril de 1994
6.30-6.35 horas: «Pongo dos bandejas de macarrones Stouffer con queso en el horno a 350 grados.»
6.35-6.50 horas: «Estoy en la máquina de escribir IBM escribiendo entradas para el diario.»
6.50-7.30 horas: «Como unos macarrones Stouffer con queso y Cornelia come los otros. Grace decide que no quiere.»
7.30-7.35 horas: «Cambiamos la luz de la escalera de atrás.»
7.35-8.10 horas: «He tenido una conversación con Heidi. Le molesta que no siga las indicaciones del médico.»
Domingo, 13 de agosto de 1995
O, también la no menos importante anotación del 13 de agosto de 1995…
8.45-8.50 horas: Me afeité dos veces con la cuchilla Sensor Gillette. Me afeité el cuello detrás de ambas orejas y también en la parte transversal de mis mejillas.
Si, pasado el correspondiente plazo, alguien se anima a publicar el gigantesco diario, nos encontraremos con una obra que, usando una sencilla regla de tres basándonos en el diario de Samuel Pepys, tendrá una cantidad de páginas que superará holgadamente las veinte mil páginas.
Superaría ampliamente al libro editado más largo del que hay constancia hasta el momento, En busca del tiempo perdido de Proust que no llega al millón trescientas mil palabras y sólo tres mil páginas.
Tú, editor del futuro que probablemente aún no has nacido: si por alguna razón crees que es necesario publicar este libro, hazlo en cualquier formato digital de los que haya en tus tiempos. Ni te plantees hacerlo en papel; si se convierte en best seller, terminarás de deforestar el planeta. Y Shields no lo hubiera querido así.
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Genial!
Muy buenas:
No me puedo llegar a imaginar un libro así, es como dibujar en una línea recta un año luz.