Autor: El café de la Historia
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Cerro Belmonte, Madrid
Cerro Belmonte o como una lucha vecinal de un barrio madrileño hasta las últimas consecuencias contra una injusticia acaba derivando en un movimiento independentista que ocupó las portadas de diarios de todo el mundo, y terminó con Fidel Castro involucrado en el asunto.
Todo esto ocurrió en 1990 y la espoleta que desató la cuestión fue el anuncio de una expropiación por parte del Ayuntamiento de Madrid de una serie de viviendas para derribarlas y reurbanizar la zona, en el marco de un ambicioso plan para erradicar bolsas de pobreza en los barrios más vulnerables del extrarradio madrileño.
Hasta aquí, y sobre la letra, el plan del consistorio hasta sonaba bien, pero el problema que sublevó a los vecinos era la irrisoria cantidad que les pagaban por sus propiedades: 5.018 pesetas por metro cuadrado. El equivalente a 30 euros o, el doble, 60 euros, si calculamos la inflación acumulada. Sea como sea, una miseria.
El plan, por supuesto, tenía su parte de trampantojo y escondía la construcción de chalets adosados, y la expulsión y realojo de los vecinos en pisos minúsculos en zonas muy alejadas de su barrio de toda la vida.
Cerro Belmonte y Fidel Castro
Los vecinos de Cerro Belmonte se organizaron contra la expropiación y durante varios días se manifestaron por las calles, pero nadie daba solución a su problema y como el ayuntamiento tampoco parecía muy predispuesto a sentarse a dialogar, tomaron una sorprendente decisión: pedir ayuda a Fidel Castro.
En aquellas fechas Cuba y España atravesaban un delicado momento diplomático a cuenta de cubanos que se colaban en el embajada española en Cuba pidiendo asilo, y los vecinos pensaron que apelando a la ayuda del enemigo de su enemigo, lograrían más repercusión mediática. Y pidieron a su vez asilo en la embajada cubana en lo que pretendía ser un golpe propagandístico que… se les fue de las manos.
Sus reivindicaciones llegaron a oídos de Fidel Castro que respondió invitando a una representación de los vecinos a viajar a Cuba para escuchar sus quejas y concederles oficialmente el asilo solicitado. Para Castro, también era una oportunidad inmejorable de ayudar al enemigo de su enemigo.
Los miembros de la delegación oficial en representación de Cerro Belmonte compuesta por veinticinco vecinos, tras aterrizar en el aeropuerto de La Habana, fueron recibidos en el Pabellón de Autoridades con el mismo rango y protocolo que cualquier jefe de estado.
El gobierno cubano se volcó en aquel viaje tratándoles a cuerpo de rey, e incluso en el discurso con motivo del trigésimo séptimo aniversario del asalto al Cuartel de Moncada Castro dedicó nada menos que tres cuartos de hora al asunto de Cerro Belmonte, poniendo a los vecinos belmonteños como ejemplo del verdadero pueblo español.
El trabajo fue convencer a Castro que, en realidad, no querían ser acogidos por la isla, ni mucho menos querían asilo, y que todo era una medida de presión contra el ayuntamiento de Madrid.
Huelga de hambre y corte de comunicaciones
A su regreso siguieron las negociaciones pero sin llegar a ningún acuerdo por lo que se toman las primeras medidas de calado: negarse a seguir negociando con el ayuntamiento, iniciar una huelga de hambre y cortar las comunicaciones de Cerro Belmonte con España.
Referéndum de independencia en Cerro Belmonte
A esas alturas, toda la prensa estaba volcada con el asunto y el ayuntamiento aguantó impertérrito el tipo sin moverse un ápice en su oferta, y los vecinos tomaron la siguiente medida: celebrar un referéndum de independencia para separarse de España.
El colegio electoral fue la casa de una vecina: «La Desi». Las urnas se improvisaron allí mismo y eran de cartón, y las papeletas las hicieron a mano los propios vecinos. El censo era de 214 votantes de los cuales 212 votaron por separarse de España.
A la vista de los resultados se procedió a crear el Reino de Cerro Belmonte, que también incluía en su territorio soberano, atención, al Principado de Villaamil y al Condado de Peña Chica.
Constitución, fronteras e himno del nuevo estado de Cerro Belmonte
Pero la cosa no quedó ahí y en unas estajanovistas horas crearon una constitución y un himno («Queremos pan, queremos vino, queremos al alcalde colgao de un pino»), levantaron muros perimetrando su territorio y diseñaron una bandera.
Acto seguido decidieron tomar posesión del territorio montando en el campo de fútbol municipal unas tiendas de campaña a modo de centro de mando, que se convirtieron en el epicentro de las patrullas que a partir de ese momento velarían por la integridad territorial del nuevo reino y lo defenderían de agresiones exteriores.
Estado nuevo, moneda nueva: el Belmonteño
Lo siguiente fue crear moneda propia: el Belmonteño que tenía un valor de 5.018 pesetas (recuerden, la cantidad que el ayuntamiento quería pagar por metro cuadrado).
Incluso trabajaron en una instancia a la ONU con una petición formal del reconocimiento de soberanía.
Pero no dio tiempo, ni hizo falta…
Fin del breve Reino Belmonteño
Una semana duró el Estado Belmonteño, el tiempo que tardó el ayuntamiento en recoger cable y retirar el plan urbanístico.
Los vecinos lo celebraron por todo lo alto e inmediatamente se acordó derogar la declaración de independencia, y reintegrarse con efecto inmediato a España.
Al paralizarse el plan urbanístico, los vecinos tuvieron tiempo para negociar mejor las indemnizaciones, reubicaciones en zonas más cercanas y lo que, explicado ahora pasadas ya tres décadas, puede parecer un sainete berlanguiano, una comedia absurda, e incluso adquiere tintes de leyenda urbana, gracias a la unión y la firme resolución de los vecinos, sucedió en la vida real.
Y tuvo un final medianamente feliz.
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Si lo que no pase en España ..!!! Felicidades por el blog.
Una historia increíble que solo podía pasar en España
El neoliberalismo, a principios de los noventa, aún precisaba de unos ajustes de maquillaje.
(P.D.: Se puede fechar con precisión la instantánea de Fidel Castro por la camisa de minilunares del súbdito del Reino de Cerro Belmonte).