Imaginen un tranquilo pueblo en Pensilvania, con sus calles pavimentadas, sus vecinos sonrientes y un cielo despejado.
Ahora, cambie esa imagen por un panorama postapocalíptico: carreteras agrietadas con humo saliendo desde lo más profundo de sus entrañas, casas abandonadas y un silencio inquietante.
Deje de imaginar, estos dos sitios existen y se trata del mismo pueblo: se llama Centralia.
Y es el escenario de una de las historias más surrealistamente trágicas de los Estados Unidos.
Si el tema le interesa, siga leyendo que aquí le contamos cómo este tranquilo pueblo se convirtió en una sartén subterránea que sigue ardiendo 63 años después.
El principio: un fuego que nadie pudo apagar
En 1962, los residentes de Centralia decidieron limpiar un vertedero de basura cercano para dejarlo más presentable. ¿Y qué mejor manera de deshacerse de la basura que prenderle fuego?
Sí, a priori el plan era brillante. Lo que no sabían era que el vertedero estaba ubicado justo encima de una antigua mina de carbón abandonada.
Cuando las llamas alcanzaron las galerías subterráneas, el carbón comenzó a arder… y sigue ardiendo hasta hoy.
Y este sería el resumen rápido de la desgracia de Centralia…
Los primeros intentos de controlar el infierno
Las primeras señales de alarma llegaron rápido. Pequeñas fumarolas comenzaron a emerger del suelo, liberando un cóctel de gases tóxicos.
Al principio, las autoridades locales intentaron apagar el fuego como si fuera una fogata rebelde. Excavadoras, mangueras de agua, incluso sellaron algunas entradas a la mina. Pero el fuego encontró formas de expandirse.

El vertedero siguió ardiendo sin que los habitantes pudieran hacer nada, pero en los años siguientes el problema se volvió demasiado grande para ignorarlo.
Las grietas comenzaron a abrirse en las calles, emanando humo caliente y gases venenosos.
En cierta ocasión, un niño de 12 años casi fue tragado por una de estas grietas mientras jugaba en el patio de su casa.

Afortunadamente, lo rescataron a tiempo, pero el mensaje quedó claro: Centralia ya no era segura.
Bye bye, Centralia
Para los años 80, el gobierno federal decidió que había que hacer algo con esta ciudad en llamas. Se ofrecieron cheques a los residentes para que abandonaran sus hogares. La mayoría aceptó y se mudó, dejando atrás casas vacías, tiendas, iglesias cerradas y hasta una biblioteca.
En 1984, el gobierno declaró Centralia como inhabitable, y los últimos pocos habitantes fueron desalojados. Bueno, casi todos. Un puñado de personas se negó a irse, argumentando que preferían enfrentarse al fuego que al precio del alquiler en otro lugar.
A día de hoy, todavía quedan menos de cinco personas viviendo allí, aferrándose a lo que queda de su hogar.
Centralia hoy: turismo en el infierno
Aunque técnicamente está prohibido entrar a Centralia, esto no ha detenido a los turistas curiosos, exploradores urbanos y fanáticos del horror. La ciudad es famosa por su «Carretera 61», conocida como la «Carretera al Infierno», que ahora está cubierta de grafitis coloridos. Algunos visitantes afirman que el suelo aún está caliente al tacto, una especie de sauna natural, aunque tóxica.

Centralia también sirvió como inspiración para el pueblo ficticio de Silent Hill, de la película y el videojuego del mismo nombre; la ciudad es tan espeluznante que Hollywood no tuvo que hacerle muchas modificaciones para convertirla en un escenario de pesadilla.
¿Por qué sigue ardiendo? ¿Y hasta cuándo?
El carbón es un combustible excelente, y las minas de Centralia estaban llenas de él.

El fuego, alimentado por este combustible, se mueve lentamente bajo tierra, encontrando nuevas galerías y túneles por donde expandirse.
Los expertos han estimado que el incendio podría durar otros 250 años.
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor y lector empedernido.
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