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El baile de los 41 que pusieron en jaque a la moral decimonónica mexicana

El número 41 en México tiene un significado peculiar y cargado de connotaciones culturales que trascienden los límites del humor negro, el prejuicio y la historia.

Para muchos, se trata de una cifra incómoda, una especie de código que, incluso más de un siglo después de «El baile de los 41», sigue evocando risas nerviosas, burlas e innumerables memes.

Pero, ¿qué hay detrás de esta asociación aparentemente inofensiva y por qué aún resuena tanto en el imaginario colectivo mexicano?

Todo empieza con una redada policial en una fiesta homosexual clandestina a principios del siglo XX. Empecemos.

El baile de los 41, un escándalo y un número maldito

Para entender el fenómeno, debemos remontarnos al 18 de noviembre de 1901, durante el Porfiriato. México era gobernado con mano de hierro por Porfirio Díaz, un líder que amaba tanto el orden que hasta las fiestas debían ser «decoro absoluto».

Sin embargo, en una casona de la calle de La Paz, un grupo de hombres decidió que ese domingo era perfecto para un guateque clandestino.

Un guateque gay que haría historia.

Porfirio Díaz
Porfirio Díaz

El evento, conocido posteriormente como «El baile de los 41», involucró a 42 hombres, aunque la cifra oficial quedó en 41 porque, bueno, el número 42 resultó ser Ignacio de la Torre y Mier, yerno del mismísimo general Díaz.

Ignacio de la Torre y Mier
Ignacio de la Torre y Mier

¿Casualidad? No lo parece. Ignacio, conocido por su gusto por las fiestas y su «espíritu progresista», logró escabullirse gracias a su suegro, quien prefería mantener la imagen familiar impecable antes que enfrentar la vergüenza pública.

El baile de los 41 y la prensa: el internet del Porfiriato

Aunque Porfirio Díaz intentó silenciar el escándalo, la noticia se propagó como un incendio en un pajar seco.

En una época en la que no existían redes sociales ni cadenas de mensajes instantáneos, la prensa jugó el papel de un Twitter con tinta y papel, difundiendo la información de boca en boca y de mano en mano.

El periódico Gaceta Callejera, famoso por su tono mordaz y satírico, se convirtió en el vehículo perfecto para transmitir la noticia que sacudiría al México porfiriano.

En una edición especial, este medio publicó una caricatura que no dejaba lugar a la imaginación: hombres con bigotes perfectamente acicalados bailaban en parejas, algunos ataviados con corsés, pelucas, pendientes, collares y maquillaje, mientras otros lucían trajes masculinos impecables.

La publicación incluía además un corrido titulado «Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones», una composición que no solo ridiculizaba a los asistentes al baile, sino que también servía como un comentario irónico sobre la hipocresía de la moralidad pública de la época.

Los 41
El baile de los 41

Este tipo de prensa satírica, que mezclaba crítica social con humor ácido, era el equivalente a los memes virales actuales. La Gaceta Callejera, al igual que otras publicaciones de la época como El Ahuizote o El Hijo del Ahuizote, encontraba su público en las clases populares, que devoraban estos pasquines ávidos de conocer los secretos más oscuros de la élite.

Las hojas impresas eran vendidas en las calles por vendedores ambulantes que las voceaban con dramatismo, asegurando que ningún detalle escandaloso quedaría sin mencionar.

La sátira gráfica fue especialmente poderosa en este caso. Los grabados de José Guadalupe Posada, que colaboraba regularmente con la Gaceta Callejera, añadían un nivel de dramatismo y humor visual que trascendía las palabras. Aunque no está comprobado que Posada fuera el autor de las caricaturas sobre el baile de los 41, su estilo marcó la época: figuras caricaturescas, detalles grotescos y un enfoque implacable en desmenuzar las hipocresías de la sociedad.

Los 41
El baile de los 41

El impacto mediático fue tal que el número 41 se transformó en una especie de «hashtag» cultural, un símbolo instantáneo para referirse a los homosexuales. La historia fue recontada en múltiples versiones, desde corridos hasta chismes de vecindario, y se convirtió en un tema recurrente en tertulias y bromas.

Por ejemplo, el famoso corrido incluía versos cargados de ironía como:

Aquí están los señores, que se pintan como flores,
con pelucas y coloretes, parecen bellos juguetes.

Mientras tanto, en un México donde la prensa enfrentaba fuertes restricciones, los periódicos como la Gaceta Callejera operaban como una válvula de escape, exponiendo las grietas de un sistema político que se esforzaba por proyectar estabilidad y decoro. Para los sectores populares, estas publicaciones eran más que entretenimiento; eran una forma de resistir simbólicamente al régimen autoritario.

Sin quererlo, Porfirio Díaz, al intentar ocultar el escándalo, logró el efecto contrario: darle a este episodio un lugar en la memoria histórica del país y, de paso, crear un Efecto Streisand de manual.

Hoy en día, este episodio nos recuerda cómo los medios, incluso en sus formas más rudimentarias, han sido siempre una herramienta poderosa para amplificar voces, escándalos y verdades incómodas.

Y aunque el tiempo ha cambiado los formatos, el espíritu de la sátira sigue vivo, perpetuando el legado de los grabados, los corridos y los titulares que inmortalizaron al famoso baile de los 41.

Ignacio de la Torre y Mier: el protagonista que «no estaba ahí»

Ignacio, el famoso «invitado 42», es una figura fascinante. Casado con Amanda Díaz, la hija favorita de Porfirio, Ignacio era conocido por su estilo de vida lujoso y su círculo de amistades «selecto».

Se dice que organizaba fiestas que habrían hecho palidecer a cualquier rapero contemporáneo y su relación con Amanda no era precisamente un cuento de hadas.

Ah, y no olvidemos el chisme más jugoso: su supuesto romance con Emiliano Zapata.

¿Qué mejor manera de condimentar la historia que con la posibilidad de un amorío entre el revolucionario más icónico de México y el polémico Ignacio?

Algunos historiadores lo niegan; otros, más creativos, prefieren imaginarlo como una escena sacada de una novela.

El destino del «invitado 42»

Ignacio murió en 1918 en Nueva York mientras le practicaban una cirugía de hemorroides. En México, no faltó quien atribuyera su enfermedad a su «vida disoluta».

Su vida y, en especial, su final es una especie de metáfora de cómo la sociedad de la época castigaba, a menudo de manera cruel, a quienes desafiaban las normas establecidas.

El legado del baile de los 41

Hoy en día, el 41 sigue siendo una cifra tabú en México. Desde militares que se niegan a ocupar el 41.º batallón hasta políticos que prefieren saltarse el número en listas oficiales, el estigma persiste. Incluso las placas de automóvil evitan incluir esta cifra.

Pero, ¿por qué sigue siendo tan relevante?

Película
Película «El baile de los 41»

La respuesta es simple: el número 41 se ha convertido en un recordatorio incómodo de una sociedad que prefiere reírse de sus prejuicios antes que confrontarlos.

Es una especie de espejo que refleja nuestras contradicciones: por un lado, el humor mexicano lo abraza como una broma recurrente; por otro, es una prueba de cómo el estigma puede perpetuarse a lo largo de generaciones.

Aunque es tentador reírse de la historia y convertir el baile de los 41 en un meme histórico, también es importante reflexionar sobre su significado. Este episodio no solo habla de la homofobia de la época, sino también de cómo el poder y el privilegio pueden moldear las narrativas.

Los asistentes menos influyentes terminaron en prisión o en trabajos forzados, mientras que figuras como Ignacio de la Torre escaparon ilesas gracias a sus conexiones.

Placa en honor de
Placa en honor de «Los 41»


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EL AUTOR

Fernando Muñiz

Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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