Hoy les hablaremos del bingo, ese juego capaz de animar a las personas de la tercera edad y que tiene el poder mágico de hacer que cualquiera grite «¡Bingo!» con la pasión de un tenor entregado.
Pero, ¿alguna vez se han preguntado cómo llegamos a este peculiar pasatiempo?
Agárrense bien, porque la historia del bingo está llena de giros inesperados, personajes extravagantes y hasta un sorprendente toque de glamour.
Historia del bingo: los humildes inicios
Todo comienza en la Italia del siglo XVI, un lugar y una época donde todo era posible, desde inventar la ópera hasta crear sistemas financieros revolucionarios. En 1530, un juego conocido como «Il Gioco del Lotto d’Italia» hizo su debut.
Este juego, una especie de lotería, era la versión renacentista de nuestra querida noche de bingo. ¿El propósito? Recaudar fondos para el gobierno.
De Italia a Francia: la historia del bingo se vuelve chic
Con el pasar del tiempo el juego traspasó fronteras, aterrizando en Francia en el siglo XVIII, donde se le conoció como «Le Lotto».
Los franceses, famosos por convertir cualquier cosa en una expresión de buen gusto, adaptaron el juego para la élite.

Historia del bingo
Aquí, el bingo dejó de ser solo un juego para recaudar dinero y se convirtió en una actividad sofisticada reservada para la nobleza.
Se imprimieron tarjetas con filas y columnas numeradas, y los marcadores que se hacían servir eran habas pequeñas.
Un salto al otro lado del Atlántico
Como tantas otras cosas, el juego cruzó el Atlántico y llegó a América en el siglo XIX. Aquí, pasó de ser un pasatiempo elitista a una actividad que cualquiera podría disfrutar. Pero no fue hasta los años 20 del pasado siglo que el bingo, como lo conocemos hoy, realmente despegó.
Gracias a un hombre llamado Edwin S. Lowe, un vendedor de juguetes de Nueva York, el juego recibió su nombre definitivo y su popularidad masiva. Lowe, tras presenciar un juego llamado «Beano» (porque la gente seguía usando habichuelas para marcar los números), decidió comercializarlo. Una de las jugadoras gritó accidentalmente «¡Bingo!» en lugar de «Beano» en un arrebato de emoción, y el nombre se quedó.

El bingo se profesionaliza
Pero, claro, no todo fue tan sencillo. Una vez que el juego se popularizó, surgieron problemas. Al parecer, los jugadores se quejaban de que los mismos números salían una y otra vez. Para solucionar esto, Lowe reclutó a un matemático llamado Carl Leffler, quien creó más de 6,000 combinaciones de tarjetas de bingo. Dicen que Leffler perdió la cordura en el proceso, aunque no hay pruebas concretas de ello. Pero, pensándolo bien, pasarse una larga temporada inventando patrones de bingo no suena como una invitación a la cordura.
El auge del bingo en los salones parroquiales
En las décadas de 1930 y 1940, el bingo encontró un nuevo hogar en los salones parroquiales de Estados Unidos. Las iglesias adoptaron el juego como una forma de recaudar fondos para causas benéficas, desde sufragar obras en las parroquias hasta financiar eventos comunitarios.
Y triunfó; por lo visto nada une tanto a una comunidad como la perspectiva de ganar un pavo congelado mientras ayudas a reparar el tejado de tu iglesia.
El bingo y la cultura pop
A medida que el tiempo pasaba, el bingo se convirtió en un fenómeno cultural. En el Reino Unido, los «bingo halls» de los años 60 y 70 eran lugares de encuentro social, casi tan populares como los pubs. En Estados Unidos, el juego se consolidó como una actividad favorita en las noches de ocio y una tradición en las vacaciones familiares.

Incluso Hollywood se subió al tren del bingo. Películas y programas de televisión han presentado escenas de bingo, a menudo como una forma cómica de resaltar la peculiaridad de los personajes. Porque, ciertamente, pocas cosas hay más teatrales que ese momento en el que alguien grita «¡Bingo!» y levanta las manos en señal de triunfo.
La historia del bingo en la era digital
Como todo lo demás en este mundo, el bingo también dio el salto al mundo digital. Con la llegada de Internet, surgieron plataformas de bingo en línea que permitían a las personas jugar desde la comodidad de sus hogares. Esto no solo hizo que el juego fuera más accesible, sino que también atrajo a una nueva generación de jugadores.
Ahora puedes unirte a una partida de bingo virtual en pijama y con una taza de café en la mano, algo que los italianos del siglo XVI jamás habrían imaginado.
Además, los juegos en línea suelen tener temáticas extravagantes, desde unicornios hasta aventuras espaciales. ¿Quién puede resistirse a tachar números mientras explora los confines del cosmos?
De las catacumbas a la legalidad: un recorrido nada aleatorio
Historia del bingo en España: entre la sotana y el cartón manchado
Aunque ahora parezca increíble, España vivió durante décadas sin bingos legales. Lo cual no quiere decir, ni por asomo, que no se jugara de manera «alegal».
Las partidas se organizaban en asociaciones, peñas o incluso parroquias. Si hay algo que el catolicismo español ha sabido hacer, es disfrazar lo lúdico de benéfico. Y claro, si los beneficios acababan revertiendo en la iglesia, pues mira tú qué pecado tan perdonable.
1977, año de cartones, números y transiciones
La historia del bingo en España tiene un punto de inflexión, y éste ocurrió en 1977, en pleno apogeo de la transición democrática, cuando el bingo se despojó de su abrigo clandestino para salir del armario legal. Concretamente, fue el Real Decreto 444/1977 el que reguló por primera vez esta actividad lúdico-económica con aroma a humo de Ducados.
¿Coincidencia que el bingo se legalizara justo cuando España se quitaba el uniforme gris del franquismo?
Probablemente no. Era el momento perfecto para canalizar ese deseo reprimido de diversión controlada… y de paso, recaudar impuestos.
El boom ochentero: luces de neón y pelucas cardadas
Con la legalización llegó el boom. En los años 80, los bingos crecían como setas tras la lluvia. En las ciudades, en los pueblos, en los barrios obreros y en las zonas bien.
Todo el mundo quería su salón de bingo. Y no era para menos: los premios eran jugosos, la emoción tangible y el ambiente… bueno, entre castizo y almodovariano.
Había señoras que quemaban los cartones de la partida previa como conjuro, otras acudían con sus propios rotuladores de la suerte, las que rezaban antes de cantar línea, y algún abuelo que afirmaba tener “un método infalible” para ganar, basado en los movimientos de las palomas del parque.
El siglo XXI: declive, reinvención y bingo online
Pero claro, la decadente gloria y las saltarinas bolitas no iban a estar en lo más alto siempre.
Con la llegada del nuevo milenio, los salones de bingo empezaron a ver cómo las butacas quedaban vacías y las máquinas tragaperras, demasiado modernas, no convencían a los fieles de siempre. La competencia feroz del bingo online, y unas nuevas generaciones que no acudían a las salas de bingo con el entusiasmo de las anteriores empezaron a torpedear una industria del entretenimiento que nunca más repetiría el éxito de años atrás.
Para colmo, en 2011, la Ley del Juego dio cobertura legal a las plataformas digitales, y muchos de los viejos jugadores —o sus nietos— migraron al entorno virtual, donde ya no se canta línea a voz en grito, pero sí se chatea con emojis chachis.
El bingo como fenómeno cultural y social
Más allá de la legalidad y la recaudación, el bingo ha sido, y sigue siendo, un fenómeno sociocultural de primer orden en España. No hay sociólogo que no se haya sentido tentado de analizar sus rituales, sus supersticiones y su valor como espacio de interacción social. En muchos barrios, era y es el equivalente al club de lectura. Pero sin libros y con más decibelios.
El bingo en España es más que un juego.
Es historia viva, anécdota constante, folklore sonoro y superviviente del cambio.
Es sociología; es antropología.
Desde la parroquia hasta el smartphone, desde la señora con bata hasta el grupo de jóvenes que buscan nostalgia irónica demodé , el bingo se ha adaptado, ha resistido y, como los grandes mitos peninsulares, nunca muere del todo.
Bingo: folklore, entretenimiento y superstición
En España el bingo nos remite a bolitas de plástico, mesas con mantel de hule y carajillos a medio terminar. Y es que el bingo en España tiene su propio folklore, una especie de microcosmos sonoro y social digno de estudio antropológico que, además, cuenta con un lenguaje propio entre los asiduos, un lenguaje incomprensible para los jugadores ocasionales.
Sólo hay que fijarse en los apelativos, seudónimos y motes que tienen los noventa números en juego.
Disfruten.
Número | Apodo |
---|---|
1 | El solito / El primero |
2 | Un patito |
3 | La niña / El trío |
4 | La silla / El coche (por el Renault 4) |
5 | La mano / El medio |
6 | La media docena |
7 | La suerte / El siete mágico |
8 | La jarra / El gordo |
9 | El tuerto / Casi 10 |
10 | Los diez mandamientos |
11 | Las piernas |
12 | La docena / El año que viene |
13 | La mala suerte / El gafe |
14 | El borracho (una botella y un vaso) |
15 | La niña bonita |
16 | El anillo / Edad del pavo |
17 | La desgracia |
18 | Mayor de edad |
19 | San José |
20 | Dos docenas menos cuatro |
21 | La mayoría de edad en EE. UU. |
22 | Los dos patitos |
23 | El cocodrilo / San Jorge |
24 | Navidad (por el 24 de diciembre) |
25 | La Navidad (otra vez) |
26 | El teléfono (por las antiguas centralitas) |
27 | El tsunami / El nido |
28 | Los inocentes |
29 | San Pedro |
30 | La edad de Cristo menos tres |
31 | Fin de mes |
32 | El dentista |
33 | La edad de Cristo |
34 | La cárcel |
35 | Media vida |
36 | Tres docenas |
37 | El fiestero |
38 | El peregrino / El saco |
39 | Casi 40 |
40 | La cuarentena |
41 | El cuchillo |
42 | Dos docenas |
43 | El balcón / Cruz y tridente |
44 | Los calvos / Doble silla |
45 | Medio camino |
46 | El par de gitanas |
47 | El trueno / El tambor |
48 | El muerto que habla (voz de ultratumba incluida) |
49 | Fin de la cuarentena |
50 | Medio centenar |
51 | El jinete / El cincuenta y uno |
52 | La baraja |
53 | El catre / La escopeta |
54 | El coche / El taxi |
55 | Dos manos / Doble palma |
56 | La caída / El accidente |
57 | Heinz |
58 | El telediario |
59 | El minuto final |
60 | Jubilación |
61 | Casi jubilado |
62 | La pareja vieja |
63 | La escoba |
64 | El jubilado |
65 | La pensión |
66 | Las dos niñas / Las gemelas |
67 | El viejo verde / El ligón |
68 | El recluta |
69 | El guarro (obvio, ¿no?) |
70 | El gordo / El abuelo |
71 | El espejo / El bastón |
72 | La suegra |
73 | El hospital |
74 | El camión |
75 | Tres cuartos de siglo |
76 | El apagón |
77 | Las dos piernas / Los bigotes |
78 | La suegra (otra vez, según versiones) |
79 | Fin de los setenta |
80 | El ochentero / El abuelo 2.0 |
81 | El bingo |
82 | El reloj parado |
83 | La vuelta / El zorro viejo |
84 | El pianista / La tele en blanco y negro |
85 | La caldera |
86 | El retrete / El timbre |
87 | El barrendero |
88 | Los dos gordos / Las gafas / Doble infinito |
89 | El último de los 80 |
90 | ¡La abuela! / ¡El bingo! / El tope |
Tres curiosidades finales sobre el bingo
- El bingo es bueno para la salud mental. Estudios han demostrado que jugar al bingo puede mejorar la concentración y la memoria, especialmente en personas mayores.
- El premio más grande en un juego de bingo. En 2008, un británico ganó más de 5,9 millones de libras en un juego de bingo en línea. No está nada mal para un rato de entretenimiento.
- Bingo en el espacio. En 2004, astronautas en la Estación Espacial Internacional jugaron al bingo para pasar el tiempo. Lamentablemente, nadie gritó «bingo» porque el sonido no viaja en el espacio.
Conclusión: más que un simple juego
El bingo ha recorrido un largo camino desde sus orígenes en la Italia del siglo XVI. Lo que comenzó como un simple juego de lotería se ha transformado en una actividad que une a personas de todas las edades y culturas.
Ya sea que lo jueguen en un centro comunitario, una sala de bingo al uso, en línea o incluso en el espacio, el bingo sigue siendo un testimonio de cómo algo tan sencillo como tachar números aleatorios puede traer tanta alegría.
Así que, la próxima vez que se encuentren en una partida de bingo, recuerde: está participando en una tradición centenaria que ha conquistado el mundo.
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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