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Jraníteli: la versión soviética de El Señor de los Anillos de 1991

Si creían que ya lo habían visto todo en adaptaciones extrañas de El Señor de los Anillos, prepárense para conocer la versión soviética de 1991, una obra que redefine el concepto de «arte surrealista». Olvídese de los paisajes idílicos de Nueva Zelanda y los efectos especiales de Peter Jackson, porque aquí les espera un cóctel de cromas descarados, actuaciones que podrían ganar un volquete de Razzies con mención especial a un Gollum que parece salido de una pesadilla febril.

Bienvenidos a Хранители (Jraníteli), la adaptación soviética que no sabía que existía, pero que una vez descubierta, no podrá dejar de mirar.

¿Qué es Jraníteli?

Emitida por la Televisión de Leningrado (hoy conocida como 5TV) en 1991, Jraníteli es una adaptación de La Comunidad del Anillo de J.R.R. Tolkien que, por resumirlo, parece haber sido concebida en una mezcla de entusiasmo desbordado y total improvisación.

Antes de entrar en detalles, imaginen esto: Frodo Bolsón —o mejor dicho, Fyodor Mijáilovich, porque en Rusia los nombres originales debían sonar poco épicos— con una peluca que parece salida de una tienda de “todo a 3 rublos” de algún suburbio de Rostov. Ahora añádale un Gollum que parece el hijo ilegítimo de un gremlin y un calcetín olvidado detrás de la lavadora, y un Gandalf que perfectamente podría ser el primo yonki de Santa Claus después de una noche entera de vodka y karaoke con Boris Yeltin.

En cuanto al diseño de producción, aquí la fantasía no conoce límites… ni presupuesto.

Actores que parecen estar atrapados en un videojuego de 8 bits, escenarios minimalistas, por no decir inexistentes, y las escenas al aire libre parecen haber sido filmadas en un parque público entre bancos oxidados y arbustos sin podar.

Por supuesto, todo este cóctel contribuye al encanto caótico de Jraníteli: no sabes si reír o llorar, pero no puedes apartar la vista de la pantalla.

El resultado: una obra que tiene esa energía desordenada del estudiante que entrega su proyecto final habiéndolo comenzado la noche anterior: Hay caos, improvisación, desorden y la sombra de la sospecha de ingesta masiva de cafeína y una larga lista de estupefacientes sin determinar.

Jraníteli

¡Tom Bombadil al rescate!

Sin embargo, Jraníteli tiene un mérito que no se le puede negar: es de las pocas adaptaciones que incluye al excéntrico y enigmático Tom Bombadil, ese personaje que Peter Jackson decidió omitir en su famosa trilogía.

Para los fanáticos acérrimos de Tolkien, Bombadil es un ícono tan controvertido como querido: un espíritu de la naturaleza que canta constantemente, ajeno al conflicto del Anillo, pero fundamental en los capítulos iniciales del libro.

En la versión soviética, Bombadil no solo aparece, sino que lo hace con una puesta en escena tan colorida que parece más una estrella de cabaret que un sobrio habitante de los bosques.

Su interpretación, que mezcla un lirismo teatral con una energía casi caricaturesca, fue descrita por la crítica en su momento como inolvidable (no sabemos si para bien o para mal).

Por supuesto, no se emocionen demasiado. Aquí, la fidelidad al material original es más una sugerencia que una regla. Lo que realmente se ofrece es un espectáculo psicodélico que parece haber salido de un sueño extraño o de una resaca de vodka.

Es como si hubieran decidido adaptar la novela después de leer un resumen rápido… y aún así, omitieron partes en la versión final.

Efectos especiales y una banda sonora única

Visualmente, Jraníteli es un delirio técnico. Los efectos especiales son tan rudimentarios que hacen que las producciones de bajo presupuesto de los años 70 parezcan modernas en comparación. El maquillaje de los personajes recuerda más a un carnaval improvisado que a una película de fantasía.

¿Elfos?

Más bien humanos con orejas puntiagudas de cartón.

¿Orcos? Parecen extras en una película de zombis con maquillaje hecho por un principiante.

¿Los hobbits?

Bueno, digamos que si no fuera por los diálogos, costaría distinguirlos de los humanos comunes.

La banda sonora es otro punto destacable… en el sentido más excéntrico posible. Compuesta por Andrei Romanov, de la banda de rock progresivo Akravium, la música mezcla sintetizadores ochenteros con toques de música folclórica rusa. Otro delirio.

La introducción musical, que narra la creación y la distribución de los anillos de poder, es una epopeya en sí misma. Algunos entusiastas incluso la han catalogado como «el equivalente auditivo de una pintura abstracta», con cambios de ritmo tan bruscos que hacen que la experiencia sea tan confusa como inquietante.

Natalya Serebryakova, la mente detrás del caos

Dirigida por Natalya Serebryakova, Jraníteli es un proyecto que refleja tanto las limitaciones como las ambiciones de su época. Serebryakova, con experiencia en teatro, trató de trasladar la intensidad y la teatralidad del escenario a la pantalla.

Sin embargo, sin los recursos adecuados, el resultado es una mezcla de actuaciones exageradas y escenarios que parecen construidos con lo que había disponible en el almacén de utilería de un colegio.

Jraníteli

A pesar de todo, hay algo fascinante en la dedicación de Serebryakova y su equipo. La película está impregnada de un espíritu amateur que resulta entrañable. Más allá de sus evidentes carencias técnicas, Jraníteli es un testimonio de cómo el amor por una obra puede llevar a intentos audaces, aunque imperfectos, de adaptarla.

En definitiva, Jraníteli no es solo rara: es un viaje. Una experiencia que oscila entre la hilaridad y la fascinación, dejando a quienes la ven con la misma pregunta: “¿Qué demonios acabo de ver… y por qué me gusta tanto?”

Transiciones, vestuarios y otros «detalles técnicos»

Las transiciones entre escenas son un capítulo aparte. Son tan abruptas que te dejan preguntándote si el editor simplemente lanzó las cintas al aire y las ensambló al azar. Un momento estás en Bolsón Cerrado, y al siguiente, de alguna manera, ya estás en Rivendel, sin ninguna explicación lógica de cómo llegaste ahí.

Es como si la película estuviera intentando emular una pesadilla noventera de Dalí… y lo lograra con creces.

Jraníteli

En cuanto al vestuario, es una obra maestra del hazlo tú mismo.

Las capas parecen cortinas viejas, los trajes de los orcos tienen un sospechoso parecido con bolsas de basura, y los hobbits usan pies peludos que claramente fueron improvisados con alfombras.

El efecto es tan desastroso que roza lo entrañable.

Mención especial: Gollum, el terror de tus pesadillas

Ay, Gollum… Este personaje merece un pedestal en el museo del caos audiovisual. Si Andy Serkis revolucionó la captura de movimiento en las películas de Peter Jackson, el Gollum soviético decidió ir en la dirección opuesta: movimientos espasmódicos, maquillaje que parece aplicado por Stevie Wonder, y una energía que combina paranoia con pura desesperación.

Es un espectáculo tan extraño que cuesta mirar, pero aún más cuesta apartar la vista.

La voz de este Gollum es capítulo aparte. Olvídese del “mi tesoro” susurrante y melancólico; este Gollum suena como el sonido de un cuchillo rayando una sartén de teflón.

Los gruñidos y chillidos que emite son tan desconcertantes que incluso los personajes dentro de la película parecen incómodos al interactuar con él.

Si el Gollum de Jackson quería tu anillo, este parece que quiera un cigarro, tu cartera y tu reloj.

El legado de Jraníteli

Treinta años después, esta joya perdida ha sido redescubierta gracias a internet, y no es de extrañar que haya causado sensación. Es una cápsula del tiempo que captura un momento específico en la cultura soviética, donde las limitaciones creativas y presupuestarias daban lugar a obras tan únicas como esta.

Y aunque puede que nunca supere a las películas de Peter Jackson en términos de popularidad y presupuesto, Jraníteli siempre tendrá un lugar especial en el corazón de los amantes del caos cinematográfico.

Si aún no la han visto, ¿qué estás esperando?

Pónganse cómodos, saque el vodka del congelador y sumérjase en esta maravilla indescriptible.

¡Larga vida a los guardianes soviéticos del anillo!

Jraníteli, en YouTube


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EL AUTOR

Fernando Muñiz

Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

Y lector empedernido.

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