Calixto III versus el cometa Halley

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Autor: El café de la Historia


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La batalla celestial que nadie pidió

Era inmenso, un espectáculo que iluminaba los cielos nocturnos y las pesadillas del Vaticano. No, no era una estrella de Belén con buena vibra y regalos mágicos; era el cometa Halley, un cuerpo celeste que tenía el pésimo hábito de aparecer en los momentos más tensos de la historia. Si creías que las tensiones políticas entre Europa y el Imperio Otomano en 1475 eran complicadas, espera a escuchar cómo un papa medieval decidió enfrentarse a una roca espacial con un recurso infalible: la excomunión. Porque si algo sabemos de la Edad Media es que las soluciones siempre eran tan creativas como absurdas.


Un presagio cósmico o el influencer de las malas noticias

Imagínate estar en pleno siglo XV. No tienes ni telescopios ni Netflix, pero alzas la mirada y ves un haz de luz gigantesco surcando el cielo. Los astrónomos modernos lo llaman «cometa Halley», pero para el común de los mortales medievales, era básicamente un tráiler apocalíptico. La última vez que este cometa decidió hacer una aparición especial fue en 1066, justo antes de que el rey anglosajón Harold II comiera polvo (literalmente) en la Batalla de Hastings.

Entonces, cuando este «influencer cósmico» apareció de nuevo en 1475, nadie dijo: «¡Oh, qué bonito!». No. Lo que dijeron fue: «¡Estamos jodidos!». Y el que más lo sintió fue Calixto III, un papa con más problemas que tiempo para resolverlos.


El papa y su crisis existencial (con cometas)

Calixto III no era un hombre de andarse con tonterías. En medio del constante pique con el Imperio Otomano tras la caída de Constantinopla, su mayor preocupación no era si la misa dominical estaba llena, sino que las tropas europeas no fueran aplastadas por los otomanos en Belgrado.

Por si la guerra no fuera suficiente, el cometa Halley apareció, brillante y ominoso. Era como si el universo dijera: «¿Sabes qué necesita este conflicto internacional? Un toque de drama astronómico». Naturalmente, Calixto III lo interpretó como un mensaje divino. Lo que no estaba claro era si Dios lo enviaba como aviso o como teaser de la secuela del Apocalipsis.


«¿Cómo combatimos un cometa?»

Aquí es donde entra la genialidad medieval. En lugar de consultar a astrónomos o científicos (que los había y que probablemente hubieran respondido con: “Eso no es nada, tranquilo”), el papa decidió que la mejor solución era excomulgar al cometa Halley. Sí, leíste bien. Nada de oraciones generales, nada de paciencia científica. No. El plan era decirle al cometa: “Fuera de mi cielo y de mi cristiandad”.

La lógica detrás de esta decisión, aunque fascinante, era básicamente inexistente. Si la Iglesia podía excomulgar a personas, territorios e incluso animales (sí, esto pasó), ¿por qué no añadir un cuerpo celeste a la lista negra? La idea de que el cometa Halley entendiera latín eclesiástico y acatara la orden era, como mínimo, ambiciosa. Pero si algo caracteriza a la Europa medieval es que no dejaban que la realidad interfiriera con una buena narrativa.


La oración del mediodía y la magia del marketing espiritual

La jugada de Calixto III no se quedó ahí. Decidió institucionalizar una tradición: la oración del Ángelus a mediodía. ¿Por qué? Pues porque, aparentemente, orar en horario estelar ayudaría a contrarrestar los efectos del cometa. Desde entonces, esta costumbre sigue viva en la Iglesia Católica, aunque ahora se practica sin mirar al cielo con miedo de que una roca espacial venga a estropearte el día.


¿Funcionó? Spoiler: Más o menos

A pesar de lo absurdo que suena, las cosas mejoraron para los europeos. La batalla de Belgrado fue un desastre absoluto, pero para los otomanos. Mehmed II, el sultán otomano, levantó el asedio y se retiró, probablemente porque sus tropas estaban exhaustas. Calixto III y sus seguidores no tardaron en conectar los puntos: “¡La excomunión del cometa funcionó!”. No importa que el resultado fuera más atribuible al desgaste militar que a los poderes mágicos del papa. Lo importante era el titular: «El papa vence al cometa y salva Europa».


Calixto III: Pionero en relaciones públicas celestiales

El episodio del cometa Halley es un recordatorio de que, en tiempos de incertidumbre, la gente tiende a buscar soluciones extraordinarias (o ridículas). Calixto III, con su creatividad sobrenatural, se convirtió en un precursor de los grandes gestos simbólicos. Aunque no podamos probar que la excomunión tuvo algún efecto real sobre el cometa, es innegable que marcó un precedente en la lucha de la humanidad contra… bueno, contra lo que sea que no entienda.


Y así fue como vencimos a una roca espacial… o eso creyeron

La historia de Calixto III y el cometa Halley es uno de esos episodios históricos que combinan ingenuidad, fe y un toque de locura. Aunque ahora lo vemos con humor, también es un reflejo de cómo los seres humanos han intentado dar sentido a los eventos más incomprensibles de la naturaleza.

Por suerte, hemos avanzado un poco desde entonces. Ya no excomulgamos cometas; ahora los estudiamos, les ponemos nombres y hasta mandamos sondas espaciales para visitarlos. Pero, quién sabe, si algún día las cosas salen mal, siempre podemos volver al método infalible de Calixto III: mirar al cielo, apuntar con el dedo y gritar: «¡Estás fuera!».


Cuando la fe choca con las estrellas

Calixto III nos dejó una lección importante: nunca subestimes el poder de la narrativa, especialmente si involucra estrellas y excomuniones. Si algo nos enseñó este papa es que, a veces, lo importante no es la realidad, sino la historia que contamos sobre ella. ¿Y quién puede culparlo? En un mundo lleno de guerras, pestes y hambre, excomulgar un cometa parecía, por lo menos, una jugada interesante.

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