Autor: El café de la Historia
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Frases hechas populares del español y su origen
Seguimos escarbando en el origen histórico de algunas frases hechas populares y de uso cotidiano en el idioma español.
En este artículo les traemos los orígenes de las expresiones guiri, estar en la luna de Valencia, montar un pollo, comer de gorra y ser algo harina de otro costal.
Empecemos…
1. Guiri
En España es muy común denominar a los turistas «guiris».
El origen de esta curiosa palabra hay que ir a buscarlo a las Guerras Carlistas, siglo XIX.
Estas guerras civiles que empantanaron España desde 1833 a 1876, enfrentaron a los partidarios de Isabel II, representada en su minoría de edad por su madre María Cristina, contra los de Carlos María Isidro de Borbón a raíz de la muerte de Fernando VII, padre y hermano de los contendientes.
Más allá de quién se sentaba en el trono, fue una guerra entre dos ideologías y dos maneras totalmente opuestas de ver el mundo, pero si nos metemos en harina con esta cuestión nos desviaríamos del objetivo de este artículo que no es otro que explicar el origen de la palabra «guiri».
Sigamos…
Los partidarios del bando liberal llamaban a los carlistas de varias maneras: tradicionalistas, católico-monárquicos, carcas, legitimistas, realistas, montemolinistas, absolutistas o facciosos.
Los carlistas, a su vez, se referían a los liberales con diferentes apelativos: alfonsinos, peseteros, republicanos, gubernamentales, amadeístas, isabelinos y cristinos.
La causa carlista triunfó en la zona norte peninsular, especialmente en Navarra y el País Vasco, y por una peculiaridad del idioma euskera por la cual rehúye las consonantes sordas iniciales, y más aún si aparece una erre (por ejemplo, cráneo es garezurra, cruz, gurutz, o crudo, gordina), a sus enemigos cristinos se les llamaba guiristinos.
Los carlistas vascos veían en los soldados partidarios de la reina Cristina -los cristinos– una especie de invasores extranjeros y de ahí, acortando la palabra, su origen como apelativo de extranjero.
Guiri = extranjero
No hay acuerdo sobre si es un término despectivo.
Por ejemplo, el diccionario de la RAE no lo hace, aunque según reglas no escritas incrustadas en el córtex cerebral ibérico, puede serlo dependiendo de si se trata de un grupo de guiris o un solo guiri, del atuendo del guiri, del contexto, del sexo del sujeto en cuestión, de su raza, y de otras muchas circunstancias relativas a los guiris.
Metafísica pura, difícil de explicar allende las fronteras españolas.
Otra regla no escrita y a la vez particular misterio de la palabra guiri es que, refiriéndose a turistas, todo español sabe que hablamos de un alemán, un sueco, quizá un holandés, incluso un americano o cualquier otro anglosajón.
Un portugués no es un guiri. Un griego no es un guiri. Incluso un italiano o un chino, por mucho turismo que vengan a hacer a nuestro país, en principio, no son categorizables como guiris.
Otras versiones acerca del origen
Como toda expresión popular que se precie, hay más versiones sobre el origen de guiri.
En Málaga se adjudican la invención y la sitúan al principio del boom turístico; los jóvenes locales en sus intentos de ligue con las chicas extranjeras las llamaban guiris al parecerles lo más parecido a girls.
Otras fuentes asocian guiri a guirigay por la jerga incomprensible que hablarían los guiris a oídos de nuestros abuelos en los lejanos años en que empezaron a llegar en masa los turistas extranjeros a nuestras costas.
Incluso el escritor Juan Goytosolo apunta a que guiri proviene del turco guiur, en su acepción como infiel o extranjero.
2. Estar o quedarse en la luna de Valencia
Según la RAE, la referencia de “quedarse a la luna de Valencia” significa que han sido frustradas las esperanzas de lo que se deseaba o pretendía.
Pues bien, esta popular expresión, sinónimo de que alguien se ha quedado despistado o no presta suficiente atención tiene su origen en, claro está, la ciudad de Valencia, cuando la plaza estaba protegida por una muralla siglos atrás y sus doce puertas se cerraban puntualmente a las diez de la noche.
Así, los viajeros que no habían podido llegar a la ciudad antes de esa hora les tocaba pasar la noche al raso a las puertas de la cuidad.
Desde Valencia se extendió hasta hoy en día, en el que esta expresión se sigue utilizando de manera habitual para señalar a aquellos que se quedan sin lo que esperaban a causa, generalmente, de un despiste .
3. Montar un pollo
Se dice que se ha montado un pollo cuando alguien monta un escándalo, una cosa muy ruidosa que consigue su objetivo: llamar la atención sobre algo en concreto.
Originalmente la expresión era «montar un poyo», aunque con el transcurso del tiempo se ha normalizado y aceptado la más conocida «montar un pollo», -aunque no tenga nada que ver con las gallinas- a causa de su cercanía fonética.
Poyo proviene del vocablo en latín «podio», así que es fácil establecer el paralelismo que dio lugar al origen de «montar un pollo»: subirse a un estrado, tarima, plataforma o pedestal y gritar a los cuatro vientos una queja o protesta.
Todos hemos visto en películas anglosajonas a alguien subido en una silla o similar arengando a los transeúntes.
Pues bien, eso ha existido y, de hecho, continúa existiendo en realidad; se trata de una costumbre tan arraigada en ciertos lugares del mundo que en numerosas ciudades existen espacios reservados a tal efecto: posiblemente el más famoso es el Speaker’s corner y lo pueden encontrar en el londinense Hyde Park.
Así, si alguna vez tienen ganas de quejarse o reclamar algo, hacer proselitismo de una causa, gritar al mundo que está usted enamorado de la vecina (o vecino) del tercero o que odia las alcachofas, pueden ir allí, subirse a algo para que se le vea bien, y dar la turra buena nueva a sus semejantes.
La policía no le molestará mientras usted sea mínimamente respetuoso y el lenguaje no sea ofensivo.
Y, sobre todo, no olvide llevarse su propio poyo.
4. Comer de gorra y ser un gorrón
Este popular dicho nos remonta al siglo XVI en que las ciudades con universidad -como Salamanca- estaban llenas de estudiantes procedentes de otros lugares que, hambrientos y con escasos recursos al estar lejos de sus familias -que en la mayoría de casos habían hecho un sacrificio económico desmesurado para poder enviarlos a estudiar-, se las tenían que ingeniar para llenar el estómago al menor coste posible.
Y si el coste era cero, miel sobre hojuelas.
El hambre agudiza el ingenio, y así estos estudiantes se empezaron a colar en cualquier celebración en la que hubiese comida gratis.
En bodas, bautizos, comuniones, funerales, y cualquier otro acto social del Siglo de Oro donde hubiese comilona, se colocaban estratégicamente en un rincón para no destacar ni ser detectados, y ataviados con capa y una gorra que continuamente se quitaban en señal de respeto hacia los invitados que se acercaban a su zona, se atiborraban en el menor tiempo posible por si los descubrían, al menos llenar el estómago antes de ser echados del evento.
Estos pícaros adolescentes que devoraban viandas como si de una plaga bíblica se tratase, como decíamos, saludaban desde su discreto rincón quitándose continuamente la gorra en señal de respeto, y se les empezó a conocer como «capigorrones».
Por analogía, de «capigorrones» surgieron dos conceptos: los gorrones que según la RAE significa «Que tiene por hábito comer, vivir, regalarse o divertirse a costa ajena.», y la popular frase que nos ocupa, «comer de gorra».
5. Harina de otro costal
Cuando decimos que algo o alguien es «harina de otro costal», nos referimos a que no es lo que aparenta o, que comparado con algo, es diferente y por norma general, peor.
El origen de esta frase hemos de buscarlo siglos atrás cuando era común la existencia de molinos de uso compartido en el cada usuario llevaba su propia cosecha en grano para hacer harina.
Los cereales de cada cliente eran molidos por turno, y una vez terminada la molienda eran depositados en unos sacos especiales a los que se les denominaba «costal».
Las harinas eran más o menos apreciadas dependiendo del cereal; la de trigo era considerada la mejor y la de centeno la peor, y las de maíz y de cebada, de una calidad media.
Así, para no desvirtuar la calidad de una harina en particular, se hizo popular el aviso del molinero de que, cuidado, con esos sacos (costales) no, que no son harina de la misma calidad, y que acabaría pasando al lenguaje popular con su significado actual.
Más expresiones populares y su origen histórico
No se pierdan el origen histórico de expresiones tan populares como «armarse la Marimorena», «A buenas horas, mangas verdes» o «acabar como el rosario de la aurora» en el siguiente artículo:
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Muy diverrido, instructivo y ameno.